Desde el secular leit-motiv de "menosprecio de Corte y alabanza de aldea", la película es una intencionadísima sátira de ciertas ideologías y partidos políticos. Desgraciadamente, y por ridículos y falsarios que sean los protagonistas, su caricatura queda pálida comparada con los personajes reales en que se inspira. La idea era excelente y sin ninguna duda oportunísima, pero pierde fuerza por su renuncia a los mil y un gags con los que podría haberse desarrollado. Si quieres hacer una sátira, debes renunciar a tópicos de película romántica; y si quieres hacer una película romántica, debes renunciar a la sátira. Cuando se intenta hacer ambas cosas, ninguna de las dos convence ni deja huella en el espectador.

Una película valiente y honesta, desprovista (lo cual se agradece infinitamente) de juicios ni moralinas ideológicas y con una entregadísima y arriesgada Ana Girardot en una interpretación memorable. Anissa Bonnefont firma una cinta donde todo funciona y retiene la atención del espectador con una perfección cada vez más rara hoy día. Pocas veces los noventa minutos de un primer visionado merecen tanto la pena. Es la típica película a cuya proyección va uno con cierta pereza, y sale felicitándose por haber elegido esa sala.

Ritchie se apoya en las excelentes interpretaciones de Gyllenhaal y Salim para contarnos una historia de amistad que inevitablemente recuerda a The Killing Fields de R. Joffé, sin alcanzar ni de lejos su altura. Se echa de menos una mayor exposición de la circunstancia histórica en la que están atrapados los personajes; los "malos" obviamente son los taliban, pero por cuanto se nos narra podrían ser los indios apaches o los inspectores de Hacienda. Por lo demás, un trabajo muy correcto en todos los aspectos técnicos y un metraje sensato.