Podría describir esta película con muchos adjetivos, pero sin duda alguna la que mejor plasma lo que es este fenómeno es:
Un increíble espectáculo de acción y efectos especiales que solo pueden recordar a “El señor de los anillos”.
Una puesta en escena increíble y un guión magnifico.
La primera hora es un autentico festín de cine, que te dejara tan sumergido en esta bulliciosa obra de arte que te olvidaras incluso de respirar. Luego la película decae poco a poco pero en los últimos 30 minutos resurge maravillosamente.
Un 3D excelente, y lo mas excelente, es que no es la típica película en la que lo único bueno es la tridimensionalidad.
Un final épico, al nivel de la mejor saga literaria de todos los tiempos.

David Fincher ofrece, a través de una realización sobria y clásica, una mirada desapasionada e imparcial de un relato cuya vida es insuflada por los ingeniosísimos y veloces diálogos del guionista Aaron Sorkin, genio creador de algunas recientes joyas televisivas. La música electrónica de Trent Reznor y Atticus Ross, alejada de la tradicional música de cine emocional, viene también a subrayar este distanciamiento de los autores sobre una obra que deja margen para que el espectador saque sus propias conclusiones.

Esta cierta asepsia se rompe finalmente con la poética coda de la película, que termina emparentándola con Ciudadano Kane. Al fin y al cabo, todos tenemos nuestro Rosebud particular.