La España caguta, ¡presente!. Santiago sabe que los analfabestias ha tiempo que hemos tomado las calles. ¡Que satisfacción la de los que formamos el batallón del fracaso escolar, la de la tribu bárbara del botellón, el pastillaje y el cuelgue continuo! Segura nos hace un cine a la medida de nuestros gustos. Los que decimos "que te cagas" a cada momento y hablamos con voz arrastrada de memos incurables, los torrenteros que somos legión en las calles y barrios, los poligoneros, la España zombi al completo, los patriotas de la octava potencia, todos aullamos de placer con "la pajiya cuatro" ¡Esto sí es lo nuestro!. Y además en tresdé. A tope de power.

De igual modo que un griego clásico sólo entendía de tragedia, Visconti opta por la ópera para su versión del relato de Thomas Mann, "Muerte en Venecia", y sustituye al profesor protagonista por un músico, vagamente inspirado en Mahler, como protagonista de esa reflexión sobre la decadencia y la belleza. El cambio tiene consecuencias tajantes que sitúan al libro y a la película en dos niveles distintos. Lo que en la prosa de Mann era un irónico deslizamiento desde la posición inicial puramente teórica, acerca de la belleza clásica, tal y como el viejo escritor la ve encarnada en el joven Tadzio, para acabar reconociendo con profundo pesar que la atracción carnal impera en su comportamiento, en el músico de Visconti no hay tal debate platónico entre la idea y el deseo. Desde un principio, el personaje de Bogarde muestra su pulsión sexual hacia el bello efebo y toda su motivación no es otra que la de intentar salvar su belleza de la decadencia que representa la vieja y pertilente ciudad de los canales. Todo ello, mostrado con movimientos ampulosos de cámara, subrayados por la música sinfónica de Mahler.

¿Por qué la S.F. han de convertirse necesariamente en el último refugio de la metafísica más trillada? La mano de un Lem católico, la larga sombra de Tarkovski, el ruso dostoiesvkiano y místico, han dejado una honda huella que todo el cine S.F. posterior sigue con unción. Si las grandes "cuestiones" del ser y la vida, que antaño giraban en torno al convencimiento de una tierra en el centro del Universo y a una criatura "creada" a imagen y semejanza de la divinidad aficionada al raro bricolage de la robótica de carne, ahora, por empellones de la ciencia, se aloja en los inciertos lugares de un Universo inimaginablemente extenso, con la misma facundia del qué somos, a dónde vamos, de dónde venimos- Vamos, que si hechas la superstición por la puerta, ésta vuelve por la ventana vestida de astronauta.