Acabo de volver a ver "Centauros del desierto". He vuelto a emocionarme con su fabulosa pareja protagonista, su arrolladora historia, sus alucinantes colores, su perfección dentro de la imperfección.

Y al llegar aquí compruebo que es el gran mito a derribar por los pretendidamente modernos cinéfilos de nueva hornada. Yo amo a Peckinpah, a Leone, a Eastwood como vosotros, por lo que ¿cómo no voy a querer a su padre, el gran John Ford?

Basáis vuestra crítica en fallos de racord, en torpeza en las escenas de acción, que si los caballos van muy rápido, que si Monument Valley no está en Texas, que qué hace Ethan con el uniforme de los confederados tres años después...... ni uno solo de ésos pretendidos "fallos" he observado yo. Por qué? Porque me limité a ver una película, no a derribar un tótem. ¿Sabéis lo que os digo? Parecéis niños pequeños rabiando por chorradas como una casa. ¿Qué pasa, ahora sois todos licenciados en geografía texana y habéis hecho una tesina sobre la guerra de secesión o qué? Ésto es cine, amigos, no las noticias de las 9. A ésas sí que les pido yo que sean rigurosas.

Si lo que os importa es el raccord, no habéis entendido nada.

Al cine fantástico le sientan bien las limitaciones espaciales: un pueblo, una casa o, en este caso, una furgoneta. Aunque todo esté contado ya, 'La Pasajera' es la enésima demostración de que no importa el qué sino el cómo. Y la película no es estupenda porque tenga aromas de Carpenter, que los tiene, sino porque sigue una tradición del cine de género hecho con amor, con cariño por los personajes, con sentido lúdico y con alguien detrás de las cámaras (en este caso, un dúo) que, junto al dire de foto, saben de qué va esto de narrar con imágenes. Así, la furgoneta se convierte en un juguete cinematográfico, el protagonista en el antihéroe más insólito de los últimos tiempos y la historia, en un tren de la bruja que no desacelera una vez mete las marchas. En Amazon Prime video.