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Críticas de TheYllusionist
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Críticas 52
Críticas ordenadas por utilidad
9
22 de agosto de 2017
4 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pasé la edad escolar enterita viendo esta película en el autocar que me llevaba de casa al colegio. Nos amenizaba el viaje, nos hacía reír y, sin en ese momento darnos cuenta, nos transmitía la idea de que la bondad y la audacia vencen al mal y la codicia (siempre mostrados de forma ridícula), y de fondo nos mostraba la belleza de una familia cuyos miembros se desviven unos por otros.

Casi veinte años más tarde se me ocurre buscarla en esta página de "expertos" del séptimo arte, y me encuentro con que su nota media es un 4,2. No sé cuál es el criterio a la hora de ponerle una mala nota a esta película: ¿que no es cine de culto? ¿que termina bien? ¿que el protagonista es un "niño bien"? ¿que -poniéndome tras las gafas de los más modernetes- es un alegato en favor del capitalismo y el falso sueño americano? ¿que no hay sexo ni violencia?

Es una película pensada para hacer pasar un buen rato a los niños, hacerles reír y, de rebote, entretener mínimamente al resto de familiares que haya presentes, o por lo menos darles la tranquilidad de que sus pequeños no van a tragarse ningún tipo de basura adornada como audiovisual. Ese es el objetivo. Si creéis que no lo cumple, adelante con vuestras casposas puntuaciones.
TheYllusionist
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9
16 de julio de 2016
4 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sólo destacar que me hace mucha gracia que todo el mundo se refiera a una trama de familia de padre-madre y más de un hijo, sin infidelidades, como algo "neoconservador". De qué forma hemos sucumbido a la facilidad de encasquetar esta etiqueta a cualquier cosa que suene a antigua, por muy bella que pueda ser en sí misma. A mí eso es lo que, precisamente, me parece más transgresor de toda la película. Bueno, lo que más es claramente el personaje que encarna Jennifer Aniston: una mujer que, pese a los momentos muy duros que obviamente conlleva, no ve la vida doméstica como una maldición sino como algo por lo que merece la pena luchar, y muestra que la libertad de la mujer no tiene por qué traducirse siempre en la famosa "emancipación" ni en evadir la responsabilidad voluntaria de la maternidad: tiene mucho más que ver con el amor por los hijos. Es normal que la crítica española se refiera a esto como "neoconservadurismo": porque la ideología de género nos ha entrado hasta la médula.

Le película tiene muchos defectos en muchos niveles (por ejemplo, que sean una familia excesivamente acomodada: no tenía porqué), pero si por algo me ha gustado es, precisamente, por esto: retrata por un lado -un tanto exagerado, sí-, a través del amigo del protagonista (¿Sebastian?) el concepto de libertad que se tiene hoy: cero compromiso e ir saltando de flor en flor, llegar alto en lo laboral sin el sacrificio que conlleva fundar una familia, sin la renuncia que supone escoger a una mujer y decidir que será LA mujer de tu vida. Y por otro lado, la vida del protagonista, que con sudor y lágrimas funda una familia unida y feliz. Señores, juzguen ustedes mismos: ¿en qué lado está la verdadera libertad?
TheYllusionist
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9
26 de septiembre de 2012
4 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Dos horas y veinte en las que apenas hay acción. Ritmo pausado. No hay escenas frenéticas ni música adrenalínica. Muchos han criticado esta película por el aburrimiento que, dicen, provoca en el espectador.

Esto pasa cuando no sabemos encajar el golpe de una película de 1984 contra una cabeza acostumbrada al cine del siglo XXI. Es una película sublime, pero exigente. Del mismo modo que hay cuadros que exigen ser observados con atención para captar su belleza y su significado por completo, París, Texas necesita que nos sumerjamos en la historia desde el primer minuto, desde esas escenas desconcertantes de un moribundo al que juzgamos a simple vista como un misterioso caso perdido.

El principal logro de París, Texas radica en el arco de transformación que sufre Travis (Harry Dean), desde el comienzo hasta el final, que se nos va revelando con detalles y con pequeñas decisiones del protagonista. Se trata, prácticamente, de una redención, o incluso una reconversión personal.

Al principio de todo, en efecto, Travis es un caso perdido, tan avergonzado de su propio destino que no se atreve a abrir la boca. Lo poco que tiene es una parcela comprada en París (Texas), una especie de intento de recuperar el paraíso perdido, donde sus padres hicieron el amor por primera vez y donde él hubiera querido ir a vivir con su antigua mujer, Jane, y su hijo. Es sugerente que esa foto de su parcela sea prácticamente lo único que tiene al principio de la película, como si fuera la ilusión de lo que podría haber sido su vida.

Después de varias horas, decide confiar en su hermano, Walt. Gracias a él va a reencontrarse con Hunter, su hijo al que no ve desde hace cuatro años. Él es lo único “real” que tiene por el momento de su oscuro pasado, y le costará un poco ganarse su confianza. De hecho, Hunter le evita a toda costa hasta que hacen un repaso a fotografías y películas de años atrás, en las que salen padre e hijo viviendo momentos tiernos. Este pequeño ejercicio de memoria, de volver a hacer presente aquello que quedó atrás, hace que Travis y su hijo retomen con fuerza su relación, descubriendo que, entre las muchas cosas que tienen en común, hay una que clama especial atención: el deseo de recuperar a Jane, la pieza perdida de esta peculiar familia.
Aquí, con total improvisación, Hunter decide acompañar a Travis a la búsqueda de Jane, con una incertidumbre que queda perfectamente reflejada cuando se encuentran en un desvío en el que dos coches rojos (en los que podría ir Jane) se han separado: es la intuición del pequeño la que decide cuál tomar. Y acierta. Hay que señalar que ni siquiera se han despedido bien de Walt y de Anne… Quizás hubiera faltado que Travis, un tanto más consciente de la crudeza de la situación, facilitara una despedida un poco más digna de sus segundos padres. Esta parte es la que queda un poco más “descolgada”, pero jamás se presenta como algo irreversible.

La transformación de Travis sigue desarrollándose hasta el final, en el que, por fin, puede volver a afirmarse como padre y esposo, aunque las cosas no vuelvan a ser como en los tiempos felices. En esto consiste su transformación: volverse a encontrar buscando en el presente lo que olvidó en el pasado.

Pero no termina aquí, porque al final presenciamos otra redención, que nos conmueve igual aunque no la hayamos seguido del mismo modo: la de Jane (Nastassja Kinski), una mujer que ahora vivía en el existencialismo emancipado más triste que uno puede imaginar. Aparece inesperadamente Travis tendiéndole la mano, ofreciéndole la custodia del hijo que perdió tanto tiempo atrás. Esa escena de vibrante diálogo a través de un cristal -que no ha sido pensado para fines tan honrados- merece ser clasificada como escena memorable de la historia del cine. Un total de unos veinte minutos sumando las dos visitas de Travis: en la primera, Jane viste de rojo, bastante acorde con su nuevo oficio, sugiriendo pasión, atrevimiento y desenfreno. En la segunda visita, en cambio, Jane viste de significativo negro: pasividad, penitencia, disposición a escuchar y, sobre todo, duelo, heridas censuradas que vuelven a la memoria. En esta escena, los silencios funcionan al milímetro, así como el juego de reflejos con el cristal que les separa en todo momento y que hace que, paradójicamente, no vuelvan a besarse, ni siquiera a tocarse. Es el momento de la súbita transformación de Jane, también gracias a un ejercicio justo de la memoria. Así, acepta hacerse cargo de su hijo, y también respeta la decisión de Travis de no ir a vivir con ellos. Ni siquiera se despide calurosamente de su hijo, sino que le deja una grabación en la que se estampa a la perfección cómo se ha producido ese cambio: “Fui yo quien os separó y es algo que os debo; debo reuniros de nuevo, pero no puedo quedarme con vosotros”.
La escena final cierra la película con una coherencia bellísima. París, Texas había comenzado con un hombre perdido caminando vagamente por una especie de desierto, sin procedencia ni destino nítido. Y termina con Travis abandonando Huston en coche, solitario y pensativo, pero con el corazón reconvertido, con la certeza de que ha obrado correctamente dejando a su amada y a su hijo en ese silencioso abrazo que habla más que cualquier música sentimental que se hubiera querido añadir.
TheYllusionist
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2
22 de mayo de 2012
4 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mala a matar, pero con toques cómicos, como la previsibilidad de que siempre aparecerá el Capitán Pescanova por las espaldas, al son de la música, como si un hombre de su edad no tuviera otra cosa que hacer.

En fin, si lo habéis visto ya sabéis: un filme que derrocha sorpresa a la par que verosimilitud. Atreverse a hacer la tercera secuela (aún peor, por lo que decís) me parece una gesta digna de figurar en los libros de Historia.
TheYllusionist
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9
1 de julio de 2012
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Todavía estoy perplejo ante la grandiosidad de la película que acabo de ver. Me ha parecido tan envolvente, tan mágica, que no sé muy bien por dónde empezar a "criticarla".

Visualmente, me ha cautivado este estilo, que trae a la mente el olor de las páginas de los viejos libros de cuentos que todavía conservamos por casa. La música, anexo imprescindible a la imagen en este caso, no deja reposar ni un momento la caldera que va alimentando esta fantasía. Me recordaba a un juego de la PS2 que jugué hace algún tiempo, "Dark Chronicle", tanto por los personajes como por la situación. Muy cautivador, la verdad.

Sobre la historia, no me he leído el libro, pero me parece de una frescura difícil de superar. Y más si todas esas piezas sin encajar que se nos van presentando al principio (un robot de aspecto extraño que sabemos que sabe escribir -dibujar-, la llave que falta, el misterioso dueño de la juguetería, el niño que sabe arreglar cosas, la insistencia en que él y su padre iban juntos al cine...) acaban apuntando a un homenaje a uno de los mitos de los comienzos del cine: George Méliès. Me parece llamativo que, de este modo, se difumine todavía más la cortina que separa rigor histórico de ficción.

Además, la tesis de fondo me ha parecido muy atrevida: el mundo es un mecanismo, y si nosotros no estamos al margen es porque tenemos algo que hacer dentro de él. Una película que no se queda callada ante la urgencia de dar una explicación a la vida.

Cabe agradecer todo el trabajo que han llevado a cabo para obsequiarnos este bellísimo resultado final. Una segunda oportunidad para enamorarse del cine.
TheYllusionist
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