Una de las tantas comedias livianas y "picantes" de Gerardo Sofovich, donde se mezclan las palabras groseras (muchas veces innecesaria y gratuitamente), algunos desnudos y tramas que se basan en enredos no muy complicados, la gracia del capocómico de turno y la belleza de la protagonista femenina.
La actuación de Tristán en su eterno rol de ingenuo atolondrado es el alma de la película, bien secundado por un gran actor uruguayo (Emilio Vidal) y un joven Francella en un breve papel.
Quienes iban al cine a ver este tipo de filmes ya sabían con qué se iban a encontrar. De los muchos realizados por Sofovich, este es tal vez el más entretenido, sin ser memorable ni mucho menos.

Más clichés hollywoodenses para un film de acción no se podrían encontrar: el noble y responsable héroe maduro, el inexperto héroe joven de gran corazón, la jefa juiciosa y de fuerte carácter, muchos helicópteros y más y más efectos especiales.
Sin suspenso porque todos sabemos cómo va a terminar desde el primer minuto, y sin sorpresas porque todo se va desarrollando según los cánones más trillados del género. La historia plana y los personajes remanidos, pero -eso sí- los FX bien logrados como toda cinta intrascendente que solo busca recaudar.
Es vertiginosa por momentos, pero no alcanza. Solo para quienes disfruten de películas de acción inverosímiles que nos muestran por enésima vez el heroísmo del trabajador americano y no tengan problemas al salir del cine con la sensación de que "esto ya lo vi muchas veces". .

Entretenida, bien filmada, bien dirigida, verosímil. Es una de esas películas de aventuras que, si bien presentan al típico héroe -en este caso el capitán- casi como un ser superior, dedicado al deber, justo e intachable, mantiene el interés hasta el final gracias a una serie de eventos (algunos trágicos) que se van sucediendo en la vida del barco. Sin mujeres, sin romances y sin ser brillante permite pasar un buen momento.

Comedia liviana, con mucho diálogo al estilo de una obra teatral y un guión simple y directo.
El humor atolondrado, el delincuente de poca monta (y menos luces) que recibe los golpes, los gags ingenuos y las situaciones disparatadas hoy nos pueden parecer predecibles y hasta infantiles, pero hay que poner el film en su contexto de 1942. Aun así, entretiene y nos encontramos con un doble plus: un joven Anthony Quinn malo, muy malo, que no necesita mucho tiempo en cámara para desbordar expresividad, y -aunque no es una de sus mejores películas ni uno de sus personajes más memorables- el gran Edward G. Robinson da otra muestra de su infinita versatilidad.

Entretiene en general, divierte de a ratos y no mucho más. Tiene algunos buenos gags, algunos diálogos chispeantes y cierta irreverencia impropia de las comedias típicas, pero se va al pozo cuando el humor disparatado se torna exagerado. La primera parte es mucho más interesante que el resto, y un punto favorable es que el cierre de la película no es el clásico final de comedia hollywoodense.
Buenas las actuaciones. Para pasar un momento divertido y sin mayores pretensiones.