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Críticas de Luis Guillermo Cardona
Críticas 3 333
Críticas ordenadas por utilidad
7
25 de septiembre de 2015
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vivimos en una sociedad de oportunistas donde cada quien tira para su lado y donde todo lo que pueda aprovecharse en beneficio propio se tomará a la primera. Se pone cara de querer ayudar, se muestra disposición plena de servir… pero muy adentro, no hay más que un pretencioso afán de hacerse publicidad para satisfacer el ego y para sacar provecho económico a lo que sucede. Por fortuna, no todo el mundo es así… pero en la política, en la industria y el comercio, y en los medios de comunicación ¡si que es fácil encontrar especímenes de este estilo! Y que no es cosa de hoy, de ayer o de anteayer, nos lo demuestra esta historia que se escribió hace casi un siglo.

Hay gente que da en el clavo y un solo acierto lo pone enseguida en el candelero del éxito y la prosperidad. Cuando James H. Street (1903-1954), un hombre de Mississippi, EEUU, que por años se debatió entre ser periodista y ministro de iglesia, escribió un día una corta historia que la revista Cosmopolitan le publicó con el título “Una carta al editor”, en la que contaba el revuelo y la cantidad de buitres que “acogieron” a una mujer en Nueva York, cuando se anunció que había sido víctima de envenenamiento por radio y que estaba próxima a morir… pero todo era una patraña de un empecinado médico que pretendía cobrarle una vieja deuda a un periódico.

El artículo entusiasmó a mucha gente, y entre ésta, al productor David O. Selznick, quien de inmediato lo entregó a Ben Becht para que lo convirtiera en un corrosivo guión cinematográfico que, tras ser retocado por Ring Lardner Jr., George S. Kaufman, Moss Hart y otros tantos nombres (Selznick era obseso-compulsivo), se puso en manos del director William A. Wellman para que lo dirigiera, teniendo a la explosiva y sensual Carole Lombard como protagonista y a Fredrich March como el protector e ingenuo periodista, al que ella meterá en su esperanzado corazoncito.

Pólvora va y pólvora viene, y con una agradable fotografía en technicolor y una colorida puesta en escena, Wellman nos ofrece una comedia bastante entretenida en la que, Lombard y March, nos harán partícipes de un primer round antes de casarse… ¡si es que se casan!

Los temas del periodismo y la política, son los que mejor conocía el guionista Ben Hecht (“The front page”, “¡Viva Villa!”…) y de nuevo nos va a recrear ese mundillo con sus dobleces y sus afanes de competir a como dé lugar. El director del Morning Star, quien curiosamente se llama Oliver Stone (¿Les recuerda a alguien?), está magníficamente representado por Walter Connolly, al igual que el singular Dr. Dolner a quien, Charles Winninger, dotará de picardía y gracia en ebullición.

Con “LA BELLA DE NUEVA YORK”, hay material para pasar un rato bastante divertido y usted debe conocer a Hazel Flagg, para que se cuide de no ser un día la próxima atracción de feria, como, por ejemplo, lo están siendo los infractores que ahora se dedicaron a amenazar a las autoridades con la presuntuosa frasecita: “¡Usted no sabe quién soy yo!”

Título para Latinoamérica: “LA DIVINA EMBUSTERA”
Luis Guillermo Cardona
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9
29 de agosto de 2015
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
De tanto en tanto, entre las muchas películas europeas, asiáticas y latinoamericanas que a Hollywood se le ocurre rehacer, surge algún verdadero acierto como esta ‘versión hogareña’ que de “Doña flor y sus dos maridos”, ha realizado el director Robert Mulligan, sorprendiendo la poca atención que la crítica le ha prestado cuando el resultado ha sido una verdadera joya que, particularmente, me resulta más encantadora y divertida que la versión que, de la novela de Jorge Amado, hiciera el director Bruno Barreto.

Me da la impresión de que, el boom alcanzado por la picaresca de la versión brasilera, llevó a que la crítica prejuzgara y sintiera que nadie podía hacer algo mejor y con tanto gusto carioca como lo hizo Barreto. Pero lo simpático es que, al guionista Charlie Peters, no se le pasó por la mente imitar la película de origen sino que partió de la base argumental: La muchacha a la que se le muere el marido, y cuando está a punto de casarse con otro hombre, el fantasma del finado se aparece en la casa donde juntos vivieran, convirtiéndose en una piedra en el zapato para la relación que ella pretende formalizar. Pero la esencia narrativa, los diálogos, las locaciones… y hasta la época, cambian sustancialmente. Con todo, casi podría decirse que Mulligan ha hecho una película básicamente nueva, y además fresca, regocijante, de excelente gusto, y muy, pero muy divertida.

El ambiente transcurre ahora entre una familia de clase media y el esposo que Kay ha perdido fue un coreógrafo y bailarín de Broadway que, con su estilo tap, rememora a Gene Kelly. El nuevo pretendiente es un hombre más joven, Hubert, menos talentoso que Jolly el artista, pero tan enamorado como el que más, de esa muchacha en la que sigue pesando el amor que sentía por su anterior pareja.

Mulligan se ha hecho a un reparto de primera línea, con una Sally Field que, con su habilidad polifacética demuestra que, el Oscar recibido por “Norma Rae”, no fue un simple golpe de suerte. Su personaje tiene ángel, vitalidad, desparpajo y todo el tiempo resulta encantadora haciendo el oso sin saber como manejar la presencia de aquel fantasma. Junto a ella, Jeff Bridges y James Caan son los rivales que se debaten entre quedarse o irse, entre ver y no ver, creer o no creer… mientras producen un acervo de jocosas situaciones que, con diálogos frescos, elegantes y calculadores, lo convierten todo en algo delicioso.

Grato ver a Claire Trevor (“La diligencia”, “Cayo largo”, “The high and the mighty”…) con una madurez impecable y haciendo la que, infortunadamente, sería su última película. Paul Dooley -actor muy apreciado por Robert Altman-, tiene también aquí otro de sus buenos momentos como el amigo, con historial de cura, que acepta hacer las veces de exorcista.

Definitivamente, “BÉSAME Y ESFÚMATE” nos asegura un rato inolvidable. Solo hay que verla sin prejuicio alguno.

Título para Latinoamérica: “MI ADORABLE FANTASMA”
Luis Guillermo Cardona
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8
26 de junio de 2015
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Para un gran número de jóvenes estadounidenses, triunfar en La Gran Manzana (New York) y sobre todo en Broadway (la avenida de los grandes espectáculos), es algo así como realizar el sueño americano. Pero éste anhelo no todos consiguen realizarlo… y son más, muchos más, los que llegan a New York para tener allí la gran frustración de su vida y para comprender que, entre quienes han conseguido alcanzar el “american dream”, son demasiados los que han tenido que tirar por tierra su dignidad para ganar un renombre que, al final, es mera apariencia y una gran desilusión.

A Peter Hammond Jr., un saxofonista de Milwakee y a Peggy Brown, una joven y bella bailarina de provincia como él, también les ha picado el anhelo de triunfar en Nueva York, y sus vidas se entrecruzarán cuando él encuentra una habitación para pasar los días y ella la pierde porque, la que él ha encontrado, es precisamente la suya, pues la casera -la calculadora sra. Gallo-, no ve en ella capacidad de pago y está decidida a echarla.

Los necesitados se atraen, y Pete y Peggy van a estar juntos para luchar contra las ratas a la carrera que abundan en la gran ciudad. Para nosotros, será la ocasión de conocer a un puñado de magníficos seres humanos que, con todo y sus contradicciones, mantienen guardados unos grandes corazones que dignifican la vida y hacen que nos reconcielemos con la especie humana.

Una obra de Garson Kanin -celebrado dramaturgo y guionista a quien le debemos nada menos que “La costilla de Adán”, “Nacida ayer” y “La rubia fenómeno”, entre otras delicias-, fue convertida a guión por él mismo, pero sin contarle a nadie que, su fuente de inspiración, fue nada menos que “La Bohème”, como fuera rodada brillantemente por King Vidor, un director al que no se cansan de imitar en absoluto silencio. Sin embargo, queda abonarle a Kanin que, su traslado de la historia de París a Nueva York, además de que renueva el alegato de lo voraces que son las grandes ciudades, tiene ahora una gran chispa y mordacidad, y unos personajes llenos de encanto y de ganas de vivir.

Con deliciosas actuaciones de Debbie Reynolds, Kay Medford, Tony Curtis y Jack Oakie (en ese orden), Robert Mulligan nos entrega otra encantadora comedia-dramática, donde la solidaridad y el oportunismo, la esperanza y el desaliento, el respeto y el afán de uso, se entrecruzarán para dejar sentado que la vida no es fácil, que si una puerta se cierra hay otra que se abre, y que, cuando hay amor, todos los obstáculos se tornan superables.

“La bohème” y aquí cabe “PERDIDOS EN LA GRAN CIUDAD”, es una de las más bellas historias de amor que nos ha dado el arte.

Termino con un diálogo de esos que aclaran lo que es mordacidad:
La sra. Perry, una anciana que también habita en el edificio de ‘Soda’ Gallo, delante de su esposo cuestiona a ésta por permitir que un par de solteros convivan en uno de los cuartos de su edificio:
-En la misma habitación sin ser matrimonio… ¡hum!
-No pasará nada de nada –Sostiene con firmeza la casera.
-¡¿Conviviendo juntos en una habitación tan pequeña?! –Sigue dudando la señora Perry.
Entonces ‘Soda’ remata:
-¿Sabe de alguna manera más rápida para que dos personas acaben odiándose?
Mientras la casera se aleja, el sr. y la sra. Perry se miran el uno a la otra como si estuvieran ante un espejo.

Título para Latinoamérica: “LA TABERNA DE LAS ILUSIONES”
Luis Guillermo Cardona
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9
16 de junio de 2015
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una guerra deja miles, millones de seres humanos muertos. También deja una cantidad mayor de heridos y lisiados. Cientos de pequeños inocentes quedan traumatizados y huérfanos. Incontados ancianos quedan trastornados por una cruenta realidad que no conocían… y numerosas mujeres, entre niñas, adolescentes y adultas, quedan sin protección, lo que las deja a merced de los buitres humanos que surgen de entre las cenizas y las ciudades destruidas, para abusarlas, explotarlas y traficarlas.

Lo más atroz, es que algunos miembros de los organismos internacionales que dizque acuden a prestar ayuda humanitaria y a preservar la paz en estas naciones aniquiladas, se convierten en promotores de la infamia y el abuso contra las mujeres. Se sienten con poder, tienen inmunidad diplomática, y esto los deja de fauces abiertas para devorar a seres indefensos y necesitados como los peores lobos.

Una oficial de policía, Kathryn Bolkovac -de abuelo croata que inmigró hacia los Estados Unidos de Norteamérica en la segunda década del siglo XX-, hizo parte de la Fuerza Internacional de Policía (dos mil oficiales de distintos países) que fue enviada por las Naciones Unidas para “ayudar” a los habitantes de Bosnia-Herzegovina (Yugoslavia), tras la guerra civil de 1992-1995 con la que buscaban su independencia y en la que la OTAN intervino con sus habituales intereses. Según estudios, más de 20 mil mujeres fueron violadas por los ejércitos encontrados durante el conflicto.

Cuando llegó a Bosnia, Bolkovac consiguió enterarse de que, en aquel año 1999, había casi un millar de burdeles donde, sometidas literalmente a la esclavitud y a la explotación sexual, un alto número de jóvenes de origen ucraniano, moldavo y rumano, ejercía la prostitución luego de haber sido llevadas con falsas promesas laborales y de haberles arrebatado sus pasaportes. Y entre los sostenedores de semejante infamia, había hombres (militares y diplomáticos) de la OTAN y de la ONU.

Por estos hechos y por el valiente rol que jugó, Kathryn Bolkovac, en la denuncia de semejante atrocidad, la debutante directora canadiense, Larysa Kondracki (de ascendencia ucraniana), llegó a interesarse tanto, que viajó a Amsterdam donde mantuvo un estrecho contacto con la ex-oficial de policía, y junto a su preciosa colaboradora en el guión, Eilis Kirwan, investigaron cuanto les fue posible sobre el tráfico sexual, llegando a comprobar las altas esferas a las que alcanzaba y develando, muy tristemente, que el principio de semejante comercio lo proporcionan en innumerables ocasiones, padres, tíos, hermanos y amigos(as) que, en muchos casos, saben lo que hacen.

Con alta fuerza dramática, “LA VERDAD OCULTA” cuenta una historia que lacera el alma, nos deja completamente escépticos frente a los grandes organismos gubernamentales, y nos hace sentir que, la justicia en la tierra, solo podrá aplicarla un día la naturaleza divina, pues la gran meta de la Unicidad se avisora lejos... muy lejos.

Rachel Weisz (Kathryn), Vanessa Redgrave (Madeleine Rees) y David Strathairn (Peter Ward), muy eficaces en sus respectivas caracterizaciones.

Título para Latinoamérica: “SECRETOS PELIGROSOS”
Luis Guillermo Cardona
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7
28 de mayo de 2015
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cruz al mérito por sus actividades en la Marina Mercante en 1945 (miembro activo de la resistencia anti-nazi), el holandés Jan de Hartog (1914 - 2002), fue hijo de un ministro calvinista y profesor de teología, cuya madre vivió también muy interesada en los estudios místicos. Habiendo emigrado con su familia a los Estados Unidos de Norteamérica en los años 50', de Hartog se hizo cuáquero y continuó escribiendo profusamente, siendo su primera novela en América un recuento del viaje que realizaran en el barco de la familia (una suerte de hospital flotante), que tituló, “The Little Ark”.

Entre aplaudidas obras como la comedia, “Hollands glorie”, “The Fourposter”, con la que ganaría el premio Tony, o “The Peaceable Kingdom”, por la que fue nominado al premio Nobel en 1972, de Hartog escribió, “The Spiral Road”, una suerte de historia mística y muy humana que, de inmediato, atrajo el interés de Hollywood.

Con guion de, John Lee Mahin y Neil Paterson, la dirección fue puesta en manos del polifacético director, Robert Mulligan, quien se encargó de ajustarse a los marcados criterios espirituales del escritor, pero, dando a la contraparte escéptica -representada en el personaje, Anton Drager (Rock Hudson)-, los mejores argumentos para que resultase una interesante confrontación. Hechos vs. Ideas tienen, entonces, una fuerte lid, en una historia ambientada en las islas orientales holandesas donde una estrecha y enriquecedora amistad entre, Drager y el Dr. Brits Jansen, tendrá lugar mientras ambos combaten la lepra en la colonia Leper de Manpuko y en otras lejanas tierras.

Obedeciendo a los reclamos del ego, Drager está interesado en hacerse (para su gloria), con los profundos y experienciales conocimientos del Dr. Jansen, mientras que éste sólo pretende salvar vidas humanas que, para él, lo son todo. Drager es ateo, siente que el hombre debe bastarse a sí mismo para conducir su vida y su ego lo lleva al extremo de repetir la más ilusa de las frases: “No te necesito a ti ni a nadie”. Mientras que, Jansen, presiente a Dios en todo lo que hace y en todo lo que ve, y de ésta manera consigue tener paz interior.

Estas y otras contradicciones, hacen de su amistad un enriquecedor intercambio de caracteres, y los primeros 73 minutos de la película (donde pudo cerrarse con absoluto beneplácito la historia), transcurren de manera divertida, edificante y pletórica de un admirable ejercicio humanitario. Pero, aunque no deja de ser interesante lo que sucede después, luce tan marcadamente como ilustración cristiana de que, el ego y el descreimiento de Dios conducen al hombre a la desgracia, que un cierto olor a incienso emana de la pantalla y la resplandeciente historia que, hasta entonces teníamos, se destiñe un poco y no faltará quien lo use para mofarse de ella.

Contra todo, Burl Ives, nos da una prueba de actuación de enorme altura y en los más variados tonos humanos; por su parte, Rock Hudson consigue un atractivo, pero veleidoso personaje, que quizás lo convierta en el peor aleccionado; y Gena Rowlands, hace un grato ejercicio de mujer madura que entiende que, la mejor prueba de que se ama profundamente, es no ser jamás obstáculo para los ideales del ser al que se ama.

Ingrato sería no mencionar a Edgar Stehli, quien resulta encantador en su recreación del Sultán (“¡Ya te veo, Sapolini!”), y a Geoffrey Keen, por su contenido y perseverante rol de Willem Wattereus, la suerte de consejero al que nada parece resultarle.

Título para Latinoamérica: LABERINTO TRÁGICO
Luis Guillermo Cardona
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