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Críticas de Luis Guillermo Cardona
Críticas 3 333
Críticas ordenadas por utilidad
7
15 de abril de 2010
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay, en este mundo, muchos padres, hermanos o abuelos que dan, pero dan siempre con rabia, sobre todo cuando se trata de sus seres más cercanos. Su “generosidad” está cargada de menosprecio, de disgusto, y yo creo que de autofrustración, por no haber logrado hijos o nietos más afortunados o más comprometidos con ellos mismos. Este dar vale muy poco, porque quien recibe se siente humillado, y es odio y no afecto lo que logra sembrar en su corazón. Primero por él mismo, por verse obligado a recibir de quien lo mancilla, y segundo, por aquel que le da, porque sabe que, en el fondo, le desprecia.

También hay en este mundo, y por fortuna, gente que está ávida de dar y de servir porque así se siente desempeñando el rol para el que ha nacido, pues, cuando se da de corazón, no hay nada más gratificante para el ser humano, que sentir que ha sacado a alguien de un apuro o que le ha ayudado a mejorar su calidad de vida.

El ser que realmente da, no espera recompensas, pues el simple fluir lo hace sentir pleno, y en vez de desear agradecimientos, es él quien los da por hallarse en estado de abundancia. El acto sincero y amoroso de dar es un acto de creación porque está sembrando bien, confianza y esperanza.

Es a esto a lo que llega Zhao, un hombre ya mayorcito quien, deseando formar pareja con una rolliza mujer de conflictiva existencia, acaba conociendo a Wu Ying, una dulce e invidente adolescente quien, huérfana de madre, y abandonada por su padre junto a su madrastra, comienza a sentir que, ésta mujer, le está cobrando el resentimiento que siente por su volátil padre. Zhao, tomará entonces a su cargo a la bella Wu e iniciará una larga aventura para lograr que ella acceda a los tiempos felices, mientras consigue darle un sentido a su existencia.

La película de Yimou, no tarda en remitirnos al clásico de Charles Chaplin “Luces de la Ciudad”, pero su toque personalizado y muy oriental, logra que el filme se sienta suyo y con un cierto encanto, aunque - hay que decirlo -, sin la inmensa magia y la poética calidez que posee la ya clásica obra de Charlot.

Con todo, al final uno siente que, con gracia y sabiduría, “TIEMPOS FELICES”, ha mostrado un sendero que da sentido a la existencia, y por esto, bien que se merece nuestro más sincero aplauso.
Luis Guillermo Cardona
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10
9 de febrero de 2010
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un joven de 18 años, está siendo juzgado por el asesinato de su padre y los hechos fundamentales lo condenan: Hay una testigo que vio cuando lo apuñalaba; alguien lo oyó gritar, “te mataré”, y luego lo vieron salir corriendo de su casa; el arma homicida es idéntica a la que él poseía… y el chico no puede probar que estuvo en un cine como, en algún momento, ha declarado. Ahora, un jurado de 12 miembros debe determinar, con base en lo establecido en el juicio, si el joven merece la silla eléctrica o si hay por lo menos una duda razonable que permita declararlo inocente. El veredicto debe ser unánime, y entonces, los miembros del jurado son llevados a una sala para deliberar. El consenso parece fácil y sin dilaciones de ningún tipo… pero, en el jurado hay un hombre que considera que, antes de emitir un juicio, es necesario discutirlo primero y repasar los hechos. “No tenemos que ganar ni que perder con nuestro veredicto –dirá en algún momento- esa es la razón por la que no deberíamos convertirlo en algo personal”.

Contra toda frialdad, contra todo egocentrismo e indiferencia, brota entonces la fuerza de la razón, y un concienzudo análisis que descubrirá parte del creador y destructor acervo del inconsciente humano, hace que broten sentimientos ocultos, el más craso individualismo, afanes reprimidos de venganza... y un deseo ferviente de justicia que poco a poco va llevando luz hasta los corazones más apagados.

La obra de, Reginald Rose, es de un virtuosismo en su capacidad de extraer la nobleza que hay en cada ser humano, que para quien logre compenetrarse con su ferviente estudio, creo que saldrá renovado por completo en su interpretación de la vida. Rose entierra la apatía, cercena el actuar por lo que yo quiero y no por lo que yo debo, y nos deja tan claro el compromiso que tenemos con cada ser humano que, no exagero si digo que lo suyo parece una epifanía.

Sidney Lumet, ese brillante director de varios hitos cinematográficos, alcanza la cima desde este debut, en el que logra una correctísima puesta en escena y unas poderosas actuaciones que mantienen el clima narrativo siempre en ascenso, no obstante que la historia transcurre, prácticamente, en una sala de deliberaciones.

El filme es de una enorme fuerza psicológica. Cada escena, cada detalle, cada nueva votación, va haciendo progresiva la afloración de aquellas ocultas razones que explican a los avisados, por qué hacemos lo que hacemos y por qué decimos lo que decimos... y así, se vuelve muy débil el juzgar y más débil aún el condenar.

<<12 HOMBRES SIN PIEDAD>>, resulta imprescindible, una y ojalá muchas veces, para todos aquellos que aspiran a ejercer el Derecho; también para aquellos que lo ejercen y asumen que la justicia es la condena; y aún para toda la humanidad porque, lastimosamente, con frecuencia nos arrogamos el papel de jueces de incontables seres humanos.

Título para Latinoamérica: <<12 HOMBRES EN PUGNA>>
Luis Guillermo Cardona
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7
27 de enero de 2010
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Humberto Solás, fue un hombre de claros conceptos. Hizo del medio cinematográfico su forma ideal de apropiarse de la realidad y trató siempre de diseccionarla hasta aprehenderla como pudo hacerlo. Lo animaba un propósito preciso: La transformación social para bien del hombre común. Quería un mundo más justo, más digno y más humano. Con frecuencia, Solás se sirvió de la mujer para mostrar las contradicciones de la sociedad. “Ella –me decía un día que hablamos un largo rato– es un vehículo muy transparente por ser más subordinada, más sojuzgada”; y con la mujer como protagonista, el director cubano realizó la mayoría de sus largometrajes: “Manuela”, “Lucía”, “Cecilia”, “Amada”…

Con, <<UN HOMBRE DE ÉXITO>>, las cosas cambian un poco. Los protagonistas son hombres, pero la mujer sigue ahí, latente y vigorosa. A veces sojuzgada, a veces libre... pero con la inamisible vitalidad con que siempre se ha movido en sociedad.

Escrito por, Humberto Solás y Juan Iglesias, es éste un filme histórico cuyos personajes centrales, Javier y Darío Argüelles, representan los polos hermanos, pero antitéticos, que emanan indefectiblemente en toda lucha de clases. El primero, oportunista y temerario; convencido de que verdad es sólo lo que él piensa; y por su parte, Darío es aguerrido e insobornable combatiente por la causa popular. Con éste par de hermanos –al menos de sangre– y con sus familias, Solás nos introduce en una semblanza retrospectiva que va, desde 1932 (durante la cruenta dictadura de Machado), pasando por el período “republicano” (52 al 58 con Batista), hasta el triunfo de la revolución.

La factura sobrepasa lo correcto, con atractivos decorados habaneros y en unos tonos de luz que lucen precisos para recrear la época. Con todo, creemos que, el director debió prescindir de situaciones manidas como la lectura de las cartas o la, harto común, boda de iglesia… e incluso, pudo evitar la torpeza conceptual de meter a Rita (Daisy Granados) “vestida” a una bañera, sin que el argumento lo justifique de manera alguna. Pero, ésto poco empaña una narración fluida y de gran fuerza ideológica, que está destinada a permanecer por su intenso contenido humano. Solás matiza, interioriza, construye simbologías... y al final nos deja contada una historia que obliga a la reflexión y, quizás, a tomar posición sobre una condición social que, en muy poco, nos es ajena.

Muy correcto también su trabajo con los actores. Después de, “Retrato de Teresa”, Daisy Granados se reafirma como una actriz de gran potencial interpretativo. César Évora, revela un fuerte carisma y surge como una firme promesa del cine cubano de fin de siglo; y, Jorge Trinchet, da clara vida al hombre consciente de su lugar en el mundo.

<<UN HOMBRE DE ÉXITO>>, puede verse como un paso adelante de ese cine latinoamericano signado por las limitaciones económicas y la férrea censura. Tiene un fuerte compromiso con el arte y cuenta con la visión política de un director que dio siempre lo mejor de sí, con la esperanza de que, un día, tengamos una sociedad verdaderamente justa.
Luis Guillermo Cardona
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9
10 de diciembre de 2009
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
El gran error del prepotente, es que subestima a sus contrincantes basándose en toda suerte de prejuicios y suposiciones. Se obnubila con su grandeza, se cree sin rival, y vive en un pedestal mentalmente autoconstruido sin llegar a reconocer que, entre los “pequeños” que él mira sólo de arriba hacia abajo, hay siempre un individuo sorpresa que, un día cualquiera, sabrá ponerlo en su lugar. Porque la ley existencial es precisa: "Todo lo que sube, baja", y siempre se encuentra en camino aquel -o aquellos- que un día van a hacerte descender… y justo cuando más alto te sientas, porque, cuando se sube una montaña, en algún momento se llega hasta el pico, y como la vida es movimiento, de ahí en adelante lo que sigue es el descenso. Esto lo comprende el hombre humilde y sabio, pero el arrogante, aunque lo vea en otros, siempre sostendrá que, él, es la excepción.

Andrew Wyke, se parece a uno de estos individuos. Escritor de novelas policíacas en las que ha subestimado hasta el cansancio la labor de los oficiales, siendo invariablemente un investigador amateur -su alter ego- quien resuelve cada caso, vive solitario en una inmensa casona donde abundan los más sofisticados juegos y donde él se solaza retándose a sí mismo... y, de tanto en tanto, retando a alguien que considera digno de que sea su rival.

Sus juegos son sofisticados, excéntricos y, podría decirse que con una pizca satánica y perversa, pues, la trama se asemeja cruelmente a la realidad. El último invitado acaba de llegar, se llama, Milo Tindle, es el amante de su esposa, y tiene la pinta de un italiano con aire de perfecto conejillo de indias; y, hay que prepararse porque, lo que sigue, si nadie te lo cuenta, es absolutamente impredecible, sorprendente y colmado de sutilezas; pura agudeza y fresca imaginación.

Basada en la brillantísima obra de, Anthony Shaffer, de previo éxito en las salas teatrales, y dirigida con maestría por Joseph L. Mankiewicz -a quien ya le debemos la genial, “All About Eve”, entre otras joyas-, <<LA HUELLA>> es un prodigio de arte actoral, demostrado por dos estrellas de alto calibre como son, Laurence Olivier y Michael Caine. En pleno, un tour de force excelentemente calibrado y vibrante, que nos lleva de sorpresa en sorpresa con refinamiento y elegancia.

El arte teatral se exalta a plenitud con una obra de este tino; y el arte cinematográfico, plural y magnético como ninguno, se ve también hondamente ensalzado con una película como <<LA HUELLA>>.

Lo que parece no ser más que un juego… ¡vaya si toca aspectos sensibles de nuestra vida!
Luis Guillermo Cardona
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10
17 de octubre de 2009
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta es la clase de filme que se le puede recomendar a la humanidad entera. ¡Cuán poco cuesta realizar una película así, pero cuánta sensibilidad hay que tener para poder lograrla!... y claro, se necesita ser sensible a las cosas simples y a la interioridad humana, para poder compenetrarse firmemente con esta mágica historia.

Lo que sucede, escrito por John Roach y Mary Sweeney, es arrancado de la vida y del vigor del hombre. Alvin Straight (muy cálidamente representado por Richard Farnsworth), es un campesino de 73 años, cuyo cuerpo se halla bastante resquebrajado y ya con ánimos de volver a la crisálida. Aunque tuvo numerosos hijos de los que sobreviven siete, ahora sólo comparte su vida con Rosie (Sissy Spacek), la hija sufrida y discapacitada, pero, con una inimaginable lucidez.

Un día, Alvin es notificado de que su hermano, Lyle (Harry Dean Stanton), ha sufrido un paro cardíaco, y aunque hace ya diez años que no se ven -alejados por ya viejos y descoloridos disgustos-, Alvin siente que ya es hora de perdonar y olvidar los errores del pasado. Entonces, en su vieja podadora, emprende un insólito viaje de ¡510 kilómetros! que, tras una primera frustración, él reemprende adquiriendo un nuevo cacharro con más aguante, y el viaje lo asume como un acto de expiación donde podrá transpirar todos los resquemores del pasado.

Alvin, está viendo la vida con sentido y con esperanza. Tiene una total predisposición para dar de sí cada experiencia vivida que se le viene al paso, y aunque no es un hombre de muchas palabras, ni es tampoco un intelectual, sus vivencias son tan claras y él las expresa con tanta humildad y calidez, que no tarda en tocar el alma y sensibilizar al más curtido. Su vida, entonces, se convierte en fuente de luz, y a la vez, en receptora de los favores de un puñado de seres auténticos que la existencia pone en su camino. Un esplendoroso sendero colmado de luz celeste, de cielos estrellados que nos recuerdan que, entre tanta oscuridad, siguen resplandeciendo incontadas estrellas, y bordado con verdes y sembradas llanuras de una belleza inefable, se convierte en una exaltación de la vida y un canto de esperanza que da prueba fehaciente de que, para nosotros, es posible el regreso al paraíso.

Todo lo que se requiere es convivencia, compartir, confiar… y caminar. Si te prodigas, harás que la humanidad sea pródiga contigo; si fluyes como fuente, verás fluir las bondades del universo; y si das amor a todos los que te rodean, podrás saborear y disfrutar de todos los néctares del mundo.

El director, David Lynch, ya se había hecho grande con “The Elephant Man”. Con, <<THE STRAIGHT STORY>>, se hace digno de nuestro más profundo aprecio. ¡Qué poderoso se vuelve el arte cinematográfico con películas como ésta... y con realizadores como Lynch!

Título para Latinoamérica: <<UNA HISTORIA SENCILLA>>
Luis Guillermo Cardona
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