Es un cortometraje que intenta relacionar la situación actual española con la situación de principios de siglo XX, pero de las maneras más burdas y simplistas que puede haber, porque si no reduce todo de formas tan grotescas es imposible hacer paralelismos entre ambas épocas.

Para empezar, se habla de la inestabilidad política de comienzos del reinado de Alfonso XIII sin hablar del desastre del 98, una barbaridad comparable a explicar la crisis del coronavirus sin nombrar a China. A ese nivel está, pero ni se nombra porque lo único que hay que resaltar es que la política era inestable y que aparecieron nuevos partidos igual que ahora (sin explicar por qué ocurrió esto), representados en el cortometraje con los mismos colores políticos que los actuales, a ver si cuela porque hay que hacer parecer que lo estamos repitiendo.

También se hace referencia a la gripe española (aunque no se la llega a llamar por su nombre), epidemia que no tuvo importancia real alguna y que es sólo una triste curiosidad histórica. Pero hay que decir que hubo una epidemia y que ahora hay otra también. También se habla del conflicto de Cataluña sin siquiera nombrar la Semana Trágica, suceso que no le interesa al cortometraje porque justamente los disturbios más importantes que ocurrieron no tuvieron nada que ver con el nacionalismo sino con el desastre militar del Barranco del Lobo, en Marruecos. Pero hay que decir que hubo un conflicto entre Cataluña y el resto de España y que ahora hay otro también.

Termina hablando del golpe de estado de Miguel Primo de Rivera y justo después habla de la creación de Falange Española por parte de su hijo Jose Antonio Primo de Rivera como si tuviesen relación alguna. Padre e hijo se parecían como una bicicleta y una televisión, pero encima el cortometraje dice que en la creación de Falange se aplicaron todos los principios de la dictadura de Miguel, lo que es una aberración monstruosa sin comparación posible. Evidentemente, llevaría más de 10 segundos hablar del fascismo italiano, explicar el nacionalsindicalismo y demás, pero hay que reducirlo todo al absurdo para poder mezclarlo todo de alguna manera. El colmo del absurdo es que dice que "ahí acabó la democracia sin que nadie protestara ni la echara de menos", y ni se nombra a la Segunda República. Vamos, que la Segunda República jamás existió y nadie la defendió durante años en la Guerra Civil Española. O aún peor, quizá esté diciendo que la Segunda República no fue en ningún momento democrática, porque conclusiones así de aberrantes se pueden extraer de lo que nos cuenta este "Todos nazis". Y es que esa es otra, el título de "Todos nazis", otro despropósito. Aquí el fascismo lo encarnaban los falangistas y eran cuatro gatos, en las elecciones de 1936 Falange Española sólo obtuvo 6.800 votos en todo un país que en 1936 tenía casi 25 millones de habitantes. El título sólo se puede entender interpretando que todo el que no es de izquierdas es un nazi, una reducción simplista tan extrema y bestia como todo lo contado en el cortometraje.

No es casualidad que en Youtube este cortometraje tenga los comentarios desactivados, ver las discusiones que se montarían si el autor permitiese la libertad de expresión sería todo un espectáculo.

Pese a su título, esto no es Cuphead, sino otra cosa. Es más una serie del estilo y tipo de humor de Bob Esponja (y lo digo en serio), pero con un disfraz de Cuphead. Todo es una sucesión de cameos de los personajes y enemigos del videojuego, con innumerables referencias a las animaciones, los paisajes y la música (lo de la música sólo a veces), pero todo parecido termina ahí. Ni siquiera los personajes parecen los mismos por la personalidad (y las expresiones faciales) que les han dado, problema que se acentúa cuantos más capítulos se van viendo.

El argumento es distinto al del videojuego, y es distinto de forma que no puede ser ni una precuela ni una secuela, es sólo otra cosa. Mientras que el videojuego trata de Cuphead recuperando almas para pagar su deuda con el diablo, en esta serie Cuphead pierde su alma de cierta manera y a partir de ahí huye del diablo constantemente. Pero esto sólo en 3 o 4 capítulos, el resto de los 12 episodios son relleno con historietas como que a Mugman se le rompe el asa o que hay que reparar las gafas del Anciano Tetera. Y la traición al videojuego llega al punto en que mientras en el juego es todo acción y combates contra jefes con algunos niveles tipo run&gun, en la serie es todo correr como pollo sin cabeza escapando de todos y cada uno de los peligros con los que se cruzan los dos protagonistas. También es curioso que haya desaparecido por completo el casino, el lugar en el que en el videojuego nuestro protagonista contrae la deuda con demonio. Ahora ocurre otra cosa en otro sitio. No sé si es que ahora Netflix censura los casinos.

Consta de 12 capítulos de 15 minutos, así que se puede ver como una película larga (de unas tres horas) más que como una serie, y sus episodios son independientes entre sí ya que sólo el primer capítulo tiene "algo" de continuidad con el resto de capítulos. Si te gustó el juego, la serie la verás como quien ve pasar una nube hasta que en algún momento llegue alguna referencia al juego y capte tu atención unos segundos más. Es su principal virtud, toda la serie es fanservice, y es algo que hace muy bien. Sin embargo, el argumento global es inexistente y la personalidad de los personajes chirriará mucho con lo que pensabas mientras los veías en el videojuego. Si no jugaste al videojuego, te parecerá infantil y difícilmente pasarás al segundo capítulo.

Los grandes pueblos turco, vikingo y chino se dan cita en éste atroz exponente del infracine y del mal gusto en el que su enfermizo guión nos cuenta las aventuras de un guerrero capaz de dar saltos de 4 metros de altura durante el final de la película.

El guión sería aceptable e incluso podría ser interesante si no fuera por esos pequeños detalles que, minuto a minuto, van provocando un malsano estado mental en el espectador y que, por precaución hacia el lector, prefiero no comentar en ésta crítica. Ésa es información que sólo será desvelada a los suicidas que se atrevan a ver "ésto". También es de señalar la abundancia se desnudos injustificados y la escena en la que a una vikinga le escayolan un brazo. Qué poco ha avanzado la medicina en 1500 años.
A destacar dos escenas: la primera aparición del calamar gigante (con descuartizamiento incluído) y la batalla que el protagonista se libra con una espada de cartón en un barco de colores.

Con respecto a las interpretaciones se puede decir que la mejor es la del perro. Está asombroso. Sobre todo cuando se oyen ladridos mientras él tiene la boca cerrada. Sí, definitivamente, la mejor actuación es la del perro-ventrílocuo.

El final es ya de otro mundo. Literalmente, parece no ser ideado por un ser humano. Ni siquiera por un primate. Saltos disparatados, flechazos que no se sabe de dónde han salido, violencia absurda y hasta un combate entre un calamar gigante y un perro. Ver para creer y analizar.

Uno de ésos ejemplos por los que adoro el cine turco.

No sé muy bien que pensar. Por un lado, siento el más absoluto desprecio por el racismo que supone presentar personajes árabes interpretados por chimpancés. El mensaje que manda es muy claro. Pero por otro lado resulta ser un cortometraje muy bien hecho, con una muy buena dirección artística, mucho ritmo, divertidos gags, mucha imaginación...

Pasa lo mismo con los documentales de Leni Riefenstahl. Son bellísimos, obras maestras, pero nazis. Los odias mientras adoras su poesía. Tampoco es el único ejemplo, en "El nacimiento de una nación" las personas de raza negra parecen zombies, y en "Lo que el viento se llevó" se hace una sangrante apología de la esclavitud. En el caso de "Sufrimiento en Bagdad" se trata de racismo tratado con burla y desprecio, pero también con ingenio. El insulto, si se hace con calidad, ¿hace mejor al insulto? ¿O lo hace aún más destestable? El arte, cuando ofende, e incluso cuando se hace únicamente para ofender, ¿deja de ser arte?

Sería otro de los debates interminables. Sea como sea, lo mejor es verla para extraer las propias conclusiones. Sobre todo si sólo dura 10 minutos, si la puede ver cualquiera en Youtube, e incluso si el video está enlazado en la ficha de la película. Más fácil no se puede poner.

No había oído hablar de esta serie hasta hace un par de semanas, ha pasado totalmente desapercibida y mis conocidos tampoco sabían de su existencia. ¿Cómo es posible que se haga una nueva versión de una serie tan extremadamente famosa en el mundo entero y que nadie la conozca? He buscado información sobre si se va a emitir en España y no he encontrado nada, así que de momento hay que viajar a otros países para poder contratar y ver Peacock, la plataforma de streaming por la que se emite. Dejando de lado cómo ha llegado la serie a mis manos o cómo ha llegado mi persona a otras zonas del planeta, la mejor forma que encuentro de definir esta serie es "pesadilla".

El primer capítulo ya presenta casi todos los cambios con respecto a la serie original. Mientras que en la serie de los 90 el origen de todo se contaba durante la canción de la intro de cada capítulo, en esta nueva versión se dedica gran parte del primer capítulo a ello. Originalmente, Will va a vivir con sus tíos porque mientras jugaba al baloncesto en su barrio por accidente le da con el balón a uno de los pandilleros del barrio y se mete en problemas con él. En la nueva versión, Will le da con el balón de baloncesto a un narcotraficante, se encaran, Will le pega un puñetazo, después le apunta a la cara con una pistola, llega la policía y el narco se cree que lo ha vendido a los polis. Así de desquiciado es este remake. Por todo esto, Will se va a California para escapar dejando en su barrio a su mejor amigo para que lo maten los narcos. Posteriormente, este gran amigo tan apreciado por Will le llama muerto de miedo para saber dónde está y le pide que vuelva, pero esto ya es más adelante.

Will llega a la mansión de sus tíos, antaño amable hogar habitado por una familia que acoge a Will como a uno más de sus hijos o hermanos. Ahora, el tío Phil es un juez implicado en corrupciones para alcanzar la fiscalía, la tía Vivian le es infiel y el primo Carlton esnifa cocaína y percibe a Will como un enemigo al que eliminar. Por otro lado, Hillary es exactamente igual que antes (debieron ver su personaje suficientemente horrible como para no tocar nada). El mayordomo Geoffrey antes era cómicamente serio, ahora es un Terminator T800 y el propio Will hace bromas sobre que parece el actor Idris Elba. También hay concesiones a la corrección política, como hacer lgtb a Ashley, hacer musulmán a Jazz y cierto detalle aún más llamativo: ahora Will ya no es un conquistador sentimental. En la serie original, muchos capítulos giraban en torno a la vida sentimental y a las citas y las chicas que conocía el protagonista, hasta llegar a Lisa, con la que casi casi se casa. Pero no, ahora Will encuentra a Lisa en el primer capítulo, es una ex de Carlton, y un motivo más para la rivalidad entre ambos.

Todo esto en cuanto al argumento. En cuanto al valor técnico de la serie, es del montón. Actores normales, directores normales, nada especialmente ni bueno ni malo. Pero esta serie no puede valorarse como un producto nuevo o independiente puesto que es una versión y una referencia constante a la serie original, y como adaptación es espantosa. Una comedia de los años 90 que todos recordamos con cariño ahora es una pesadilla oscura. Y Will Smith ha sido productor de este remake, que me lo expliquen.