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España España · Barcelona
Críticas de pantallazo
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Críticas 63
Críticas ordenadas por utilidad
4
10 de octubre de 2023
8 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Dicho suavemente, 'Ballerina' es una buena imitación, una versión en coreano de cualquiera de las mil y una producciones americanas del mismo género. Género que sirve asimismo para definir el argumento de todas y cada una de estas: Mujer venganza hombres malos. No importa el porqué, ellos siempre son enviados del demonio, corruptos, criminales y explotadores sexuales. En cambio ellas, son las damnificadas, víctimas del patriarcado y de las fechorías del género masculino. Lo cierto es que da lo mismo quien sacuda a quien y con que, el objetivo es pasar un rato agradable viendo como se zurran y se liquidan entre sí.

A los coreanos se les puede regañar por su falta de inventiva, 'Ballerina' no trae nada memorable que la haga sobresalir entre un sinfín de fotocopias, pero valga decir que la ficha técnica es impecable. Los planos, la iluminación, el sonido y los combates con arma blanca, poco tienen que envidiar al codiciado Hollywood. Sin embargo, Corea del Sur es un gigante tecnológico y esto no debería ser motivo de elogio, más bien es el mínimo exigible. Precisamente, el filme de Lee Chung-hyun, bebe demasiado del estilo frenético y travieso de David Leitch ('John Wick', 'Atomic Blonde' y 'Kate') y recuerda sobremanera en forma y contenido a la reciente 'Jolt' (2021). El trabajo del director coreano no tiene ni un ápice de personalidad y dotarlo de esta nunca fue la intención. 'Ballerina' es tan estética, metódica y vacía como una actuación musical de cualquier grupo de K-pop sobre un gran escenario colmado de luces de neón.

'Ballerina' podría tratarse, salvando mucho las distancias, de la versión femenina de 'John Wick', sino fuera porque ese lugar lo ocupará en breve (2024) nuestra Ana de Armas con su 'Ballerina' particular, el auténtico spin-off avalado por el propio Wick. Y si les parece indignante que los coreanos se hayan adelantado y que ambas producciones compartan el mismo título y probablemente un argumento similar, personalmente me preocupa mucho más que un grupo criminal que produce y distribuye droga solo disponga de tristes navajas para defenderse de una asesina armada hasta las trancas.

Como dato relevante, esa asesina es interpretada por Jeon Jong-seo, que coprotaginiza la brillante y mucho más recomendable que cualquiera de las películas antes mencionadas, 'Burning' (2018) de Lee Chang-Dong. Sí, yo también me hago 'la picha un lío' con todos estos nombres coreanos.
pantallazo
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4
20 de septiembre de 2022
5 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
He terminado cuatro de los seis episodios que componen ‘Santo’ y todavía me pregunto porque sigo viéndola. No siento ningún interés ni por la trama ni por los personajes implicados, solo mi voluntad por concluir todo lo que empiezo me ha permitido continuar. Y no logro comprender el porqué no es ‘Santo' de mi devoción.

Esta coproducción hispanobrasileña tiene un comienzo prometedor y la puesta en escena es más que competente. Agradezco la crudeza de las escenas de acción y violencia e incluso disfruto de las secuencias más contemplativas al otro lado del charco. Por la parte que nos toca, la hispano, contribuimos con dos buenos actores, la reconocible Greta Fernández (C. Tangana, Omar Apollo - Te olvidaste. ¿Qué otra referencia podría ser sino un videoclip de ‘El Madrileño’?) y Raúl Arévalo, que se ha convertido en un habitual del género (‘La isla mínima’ y ‘Antidisturbios’, de obligado visionado). Comparten protagonismo, de la otra parte, con un tal Bruno Gagliasso, maromo brasileño que a parte de quedar bien en pantalla también interpreta (cosa no muy común). Y lo más importante, es breve, solo seis episodios.

Entonces, ¿cuál es el problema?. Bajo mi punto de vista: el ritmo y la estructura.
Todo ocurre de forma atropellada y no da tregua para asimilar lo que estamos viendo, o por lo menos, para que nos importe lo más mínimo. No busca deleitarse con las escenas que requieren de más tensión y suspense, solo apuesta por el impacto continuo hasta que este pierde su efecto en el espectador. Parece que siempre tiene prisa. En resumen, fast food versus cocinar a fuego lento.

Pero las prisas se pueden disculpar, lo que no entiendo es la necesidad de fraccionar una historia y desordenarla en el tiempo. Desde que ‘Lost’ pusiera de moda allá en 2004 el recurso del ‘flashback’’ y el ‘flash-forward’ toda narración con aspiraciones de thriller debe alterar la secuencia cronológica de la historia con algún que otro salto temporal. ¿Pero a 'Santo' de qué?. Supongo que el motivo es marear al espectador para que piense que está viendo una trama más compleja de lo que en realidad es.

Tema a parte, esto ya es un clásico de las series españolas, los diálogos apenas se escuchan. Los actores no hablan normal, susurran, lo que obliga a subir el volumen al máximo para después sufrir un infarto.

Por otro lado (y como curiosidad), ignoraba que “la amistad entre dos varones protagonistas como la principal relación de la trama” se considerase un género en sí mismo, el Buddy Film. De hecho, cuando ambos son policías o detectives que combaten juntos el crimen, se denomina Buddy cop, subgénero del Buddy Film. Este sería el caso de ‘Santo’ si no fuera porque los dos varones “protagonistas” apenas se dirigen dos frases el uno al otro, por lo menos hasta el episodio cuarto.

A pesar de sus defectos, que son muchos, es un producto atractivo y sorprende la poca repercusión que está obteniendo. Otras que cojeaban del mismo pié ('El desorden que dejas' 2020) tuvieron mejor fortuna. ¿Se debe a que Netflix ha decidido no promocionarla por algún motivo que desconozco o es que se les ha ido el ‘Santo' al cielo?.
pantallazo
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6
10 de enero de 2021
5 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ha llovido desde el decimosexto cumpleaños de Sabrina. Aquella niña insegura y traviesa que se rebelaba contra su destino ha madurado, ahora decide por sí misma, sin titubeos y se enfrenta a males que jamás habría imaginado (ni ella ni nadie).

A ‘Las escalofriantes aventuras de Sabrina’ les ha ocurrido que se han vuelto tan confusas que se han saboteado a sí mismas. La gracia, el carisma y el ingenio con el que nos sorprendía la primera parte (2018) fue desapareciendo a medida que las tramas se volvían más complejas y enrevesadas. Sabrina pasó de ser una adolescente mitad mortal que lanzaba hechizos entre clase y clase, a convertirse en la bruja más poderosa jamás conocida, desafiar al mismísimo Lucifer y proclamarse reina del inframundo. Ahora ya ni siquiera acude a clase y de la noche a la mañana se ha convertido en una experta en realidades alternativas, paradojas temporales, mitologías y leyendas varias. Y todo ello sin tan siquiera alcanzar la mayoría de edad ni pasar por la ‘universidad oscura’. Christopher Nolan a su lado no es más que un aprendiz de brujo.

Hemos sido testigos de como episodio tras episodio se cambiaban la reglas del juego y lo que hasta el momento nos habían dicho que era imposible pasa a ser posible “por arte de magia”. Explicaciones endebles y soluciones rocambolescas a los desafíos que las tramas nos iban proponiendo y personajes que pasan de ser inaccesibles a demasiado familiares. Siempre respondiendo al interés de unos guionistas más interesados en el efectismo y el exceso que en mantener un mínimo de cordura argumental. Admito que como espectador le he seguido la corriente a Sabrina, sin hacerme muchas preguntas y aceptando todas las trampas y enredos con tal de disfrutar de la fiesta, como uno más de la ‘pandilla’.

Llegados a la última aventura de Sabrina, la cuarta, el caos está servido y dejarse llevar por sus artimañas nos resulta más complicado que nunca. En esta temporada Sabrina se dedica a divagar atormentada la mayor parte del tiempo y ese halo de diversión y misterio que nos cautivaba se vuelve trágico y lúgubre. Sobran los bochornosos momentos musicales a lo ‘Glee’ o ‘Riverdale’ y solo el esperado ‘crossover’, por lo extraño e hilarante de su premisa, justifica en gran medida esta agotadora y última temporada. Sabrina nos advertía desde un comienzo, que se sentía vacía por dentro y que necesitaba encontrase a sí misma, pues finalmente no logra liberarse de ese vacío existencial que termina por consumirla. Quizás el problema de Sabrina es que el condenado Netflix la ha obligado a madurar demasiado aprisa y a tomar decisiones que no le correspondían.

Como valoración general, ‘Las escalofriantes aventuras de Sabrina’, es una serie con muchos altibajos pero que ha sido capaz de crear un universo genuino y estimulante, rebosante de homenajes al cine de terror clásico y contemporáneo, aunque los más jóvenes no se hayan percatado. No se puede negar que Sabrina ha sabido ser generosa con los fieles que tanto hemos pasado por alto y nos ha obsequiado con momentos icónicos y visualmente muy potentes. Al margen de polémicas ‘shakesperianas’, el adiós de Brina ha resultado cuanto menos, desesperanzador (e innecesario) y ha dejado algunos misterios sin descifrar y conjuros sin recitar. Aunque no creo que la Sabrina Spellman de los años 90, políticamente más correcta y ávida de moralinas, sea capaz de enmendar los errores puede que sí sea el momento de otro ‘crossover’ y de que esta regrese para echarle una mano a la Sabrina de nuestra época. Conociendo a los de Netflix, cualquier cosa nos resultaría creíble a estas alturas.
pantallazo
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3
25 de noviembre de 2023
3 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es evidente que 'Down Low' es una comedia. Una serie de situaciones cómicas que se van amontonando una sobre otra hasta volverse tan absurda y disparatada que es incapaz de salir del embrollo y resolverse a sí misma con sensatez.

Divertida por momentos, cuando consigues conectar y subirte al carro nos sorprende con otra nueva burrada que nos invita a desconectar de nuevo, así sucesivamente hasta que, como diría Sabina, "ya es demasiado tarde princesa".

Es cierto que nos regala mordaces e ingeniosos diálogos acerca de los muchos tópicos sobre el colectivo gay además de abordar con atrevimiento y valentía, para mi sorpresa, algunos temas peliagudos como son la prostitución, los roles y alguna que otra parafilia. También hay lugar para el sentimentalismo entre tanto teatro y se agradece su intento por enseñarnos que nunca es tarde para salir del armario y encontrar la felicidad, a pesar de los obstáculos.

El desenlace es tan estúpido como bienintencionado.

'Bonding' (2019) es la prueba de que Rightor Doyle puede hacer esto mismo pero mejor escrito y dirigido.
pantallazo
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7
24 de abril de 2021
2 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Dos almas heridas, física y/o emocionalmente, que divagan por la realidad de sus vidas afrontando situaciones difíciles, se reencuentran cada anochecer en su particular refugio para darse consuelo mutuamente por medio de prácticas sexuales, algunas de ellas poco ortodoxas. No pretendo engañar a nadie con esta sinopsis políticamente correcta, se trata de una película extraña y valiente que busca provocar y que puede suscitar rechazo.

Un apartamento se convierte en la zona neutral donde las fronteras entre placer y dolor se desdibujan, donde dos desconocidos establecen una relación de autodestrucción y reconstrucción mutua en la que infringirse daño y humillación es una forma de sanación. Se utilizan el uno al otro para volcar sus frustraciones y no se tolera el romanticismo, en su lugar se forja un vínculo de entendimiento y aceptación. Una relación compleja y sincera entre dos seres solitarios y vulnerables que liberan sus deseos sexuales más íntimos y oscuros y se lamen algo más que las heridas.

Desconozco los antecedentes del director canadiense y la que dicen fue su mayor inspiración para esta película, ‘El último tango en París’ de Bernardo Bertolucci (1972), pero sospecho que Rodrigue Jean buscaba expresar algo más transcendental que dar rienda suelta a su colección de morbos y fetiches con la ayuda de dos actores protagonistas dispuestos a casi todo para que catalogar de erótico el filme de Jean sea considerado un eufemismo.

Hay sitio también para cierta crítica social; entre acto y acto (sexual) una tregua de imágenes contemplativas de una ciudad en construcción. Edificios de oficinas y de apartamentos, todos idénticos, componen una urbe irreconocible que se alza triste y sin personalidad. Si sorteamos este hechizo de lineas arquitectónicas es una buena oportunidad para reflexionar acerca de las consecuencias de la globalización. “Todas las ciudades se ven iguales”, es la primera frase que intercambian los protagonistas mientras observan desde la terraza el esqueleto de las nuevas civilizaciones en las que irónicamente no hay sitio para todos. Y a sus pies desfila una procesión de marginados que levantan pancartas en señal de protesta.
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