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Voto de Macarrones:
3
Drama Querelle es un marinero que ejerce un enorme poder de fascinación y de seducción sobre las personas que conoce; posee un atractivo y una personalidad irresistibles. (FILMAFFINITY)
13 de enero de 2007
38 de 64 usuarios han encontrado esta crítica útil
Fassbinder adapta la novela de Genet y el resultado es una locura chirriante, pedante y ridícula con estética de fanzine gay: obreros que no se quitan el casco en ninguna circunstancia, policías musculosos con chalecos de cuero y gafas oscuras, marineros con camiseta ceñida que enseñan el vello del pecho, un burdel recreado con ciertos toques decadentes de cabaré berlinés, escenas homoeróticas entre machos sudorosos. Mentar Querelle significa alejarse de todo amaneramiento, de lo afeminado, acercarse a la homosexualidad por la otra puerta del tópico, en lo que Fassbinder se muestra un maestro (en lo de alimentar tópicos). Como también lo es (y para ésto se necesita talento) en convertir lo sórdido y marginal del relato de Genet en algo hinchado, fatuo, pedante, insufrible y, de principio a fin, ridículo. La torpeza para rodar de Fassbinder casi está a la altura de sus pretensiones, y es algo que sólo podemos lamentar, porque el argumento de Querelle toca cuestiones muy hondas que seguramente eran las que preocupaban y obsesionaban al director: el poder desasosegante de la belleza, el turbador de la sexualidad. Y no sólo éstas. Fassbinder también nos habla de la vejación, del disimulo, la cercanía y ambigüedad entre el sentimiento de amistad y el de amor, la indiferencia ante el crimen, las motivaciones para matar o mentir, las razones tan turbias por las que en algún momento podemos ser amados o rechazados, la fascinación del incesto, las justificaciones para enmascarar o hacer soportable la sexualidad cuando ésta es problemática, la posibilidad de la bisexualidad. Esta película se ha quedado ya como pura arqueología cinematográfica, como documento histórico de una forma de rodar intelectualoide y pretenciosa. Fassbinder era todavía joven cuando la rodó, pero parece la obra de un hombre viejo y anacrónico, que en 1982 hacía lo que una década (e incluso dos) antes hubiera podido tener el interés de la actualidad, como muestra de rebeldía y de ruptura de convenciones morales y estéticas. Así su película nació también vieja y anacrónica. La presencia de Brad Davis encarnando a Querelle, Franco Nero como un teniente de navío atormentado por el cuerpo de sus marineros o Jeanne Moreau de madame de burdel no debe levantarnos ninguna expectativa, pues se acomodan al guión y la dirección de Fassbinder y contribuyen eficazmente al desastre general, con una admirable profesionalidad.
Macarrones
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