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Voto de Pabpab:
8
Romance. Drama Nueva York, años 50. Therese Belivet (Rooney Mara), una joven dependienta de una tienda de Manhattan que sueña con una vida mejor, conoce un día a Carol Aird (Cate Blanchett), una mujer elegante y sofisticada que se encuentra atrapada en un matrimonio infeliz. Entre ellas surge una atracción inmediata, cada vez más intensa y profunda, que cambiará sus vidas para siempre. (FILMAFFINITY)
29 de febrero de 2016
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Interesante película. A mi juicio ni obra de arte, ni ejemplo de la perfección en la que cada plano vibra, ni deslumbrante hasta el agotamiento ni bla, bla, bla…

Me cuesta comprender el por qué de estos argumentos cuando para mi resulta evidente, palpable y apabullante qué es lo que escacharra los buenos propósitos de esta película.
Por un lado tenemos una puesta en escena impecable, una ambientación tan bien elaborada que faltaría que las palomas tuviesen en la pata una anilla años 50. La experiencia de ver en la pantalla esas tiendas años 50 sólo podría igualarse a estar en realidad en una de esas tiendas años 50, esos coches con sus azules humos de escape años 50, esos figurantes en planos lejanísimos que actúan tan años 50 que viéndolos, se siente una mezcla entre ternura y gratitud por “añocincuentearlo” todo con tanto esmero.

Luego está el tema del glamour. Todo tiene una espesa capa de barniz glamuroso. No se ha visto tanto glamour junto en una pantalla desde Deseando Amar.
Cómo se camina, cómo se fuma, cómo se mira, cómo se sonríe… Hay en esta película una central nuclear del glamour, que es Cate Blanchett. Sin duda el director de esta película le insistió mucho en que debía hacerlo todo con mucho glamour, y ella, cuyos residuos metabólicos son ya de por sí glamurosos, y además es una gran actriz y sabe hacerlo de sobra, ha repartido glamour a diestro y siniestro obedeciendo así las indicaciones de su jefe. Esta debe ser la razón por la que Cate Blanchett parece en esta película una mezcla entre máscara griega metida en un corsé de escayola y un c3po rubio ondulado y con mucho glamour.

Y finalmente está el tema de la emoción:
En algún lugar de las profundidades de este océano de glamour se encuentra la emoción; una luz débil que titila apenas, ahogada por un mar de glamour.
En alguna escena la emoción se sobrepone al glamour, pero sin duda el director gritó entonces con su megáfono“¡más glamour, más glamour!” y la emoción volvió a desvanecerse. Y así fue discurriendo la película en una lucha desigual entre la emoción y el glamour.

Pero hay otra cuestión: el lesbianismo. Personalmente prefiero ver esta película como la historia de dos seres humanos que tratan de amarse en tiempos difíciles.
Y en relación con esto último, no consigo seguir el hilo de los acontecimientos: cúando surgió el amor, quíen se enamora de quién y por qué. Qué siente ella por ella y qué siente la otra por la otra. En qué piensa una cuando la otra no está y si es que la ama tanto cómo es que yo no siento nada. Es como si mi sentido del olfato amoroso estuviese acatarrado y no me enterase de que aquí se está cocinando una historia de amor.
(Esto mismo sucede en cuestiones fundamentales a la hora de describir a los personajes, como por ejemplo en la relación entre Carol y su hija y cómo reacciona ante las situaciones que afectan a su papel de madre, o mi duda de si con Therese en realidad no se me está presentando un personaje un poco autista, quizás cierto grado de Asperger)
Resultado final: Glamour 1 emoción 0, se lleva un punto el glamour porque juega en casa, la emoción lo ha intentado pero el árbitro no ha ayudado nada.

La película le ha encantado a todo el mundo, incluso a un señor llamado Phillip Engel, que es crítico de cine, y que lloró mucho en Cannes con esta película; se ve que en estos tiempos el glamour emociona mucho más que la propia emoción.
Pabpab
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