Unbroken (Irrompible, no invencible), es una de esas odiseas épicas de vidas que recorren la historia como protagonistas anónimos, hasta que el cine se fija en ellos, de los recovecos más heroicos del pasado reciente. Angelina Jolie, que ya debutó con una cinta de envoltura bélica (En tierra de sangre y miel), parece moverse por esta irresistible historia hollywoodiense con la soltura de una directora clásica, que no necesita filigranas visuales o innovaciones especiales para contar una historia en la que, por encima de todo, cree absolutamente.

Unrboken puede ser demasiado clásica, demasiado convencional, demasiado trasparente y bondadosa en su mensaje para los tiempos complejos que vive el cine. Habrá quien por eso le dé la espalda sin posibilidades mínimas de disfrute. Personalmente, siempre me ha encantado ver estas épicas bigger than life en el cine. Al fin y al cabo son casi un género en si mismo, y uno de los primeros del cine, de esos que te hacen viajar alrededor del mundo, revivir extraordinarias historias y tener algo de esperanza en una raza, la humana, capaz de barbaridades tan injustificables como alguna de las que aparecen en Unbroken.

Encuentro el problema principal de la película en cierta ausencia de estructura y mensaje narrativo. Demasiadas y tal vez demasiado dispares en estilo y recorrido son las manos de los guionistas (los hermanos Cohen y Richard LaGravenese). Esto resta fuerza dramática a los pasajes más emotivos de la película, y hiere el ritmo de una historia que contiene muchas historias. Pero al margen de eso, Unbroken es una película hermosa, que da prueba del nuevo talento de Jolie; hay secuencias y planos maravillosos (como la inicial en el bombardero, cuando el protagonista comienza su andanza olímpica, la parte del naufragio, la imagen de los prisioneros cubiertos de carbón en el río…), los detalles sugeridos de la historia (las distintas formas de afrontar el trauma de los soldados, su camaradería casi infantil, la tensa y compleja relación con el general en el campo de concentración…), y la dirección de actores es estupenda.

Todos ellos hacen grandes trabajos, combinando una acertada sutileza emocional que se aleja del sentimentalismo, con una entrega física realmente dolorosa. Jack O´Connell demuestra por qué parece que todo Hollywood ha puesto el ojo en él: su carisma, fuerza e intensidad sostienen la película incluso en sus momentos más irregulares.

Y finalmente queda un hermoso canto a la vida y el perdón, una película que sin ser una obra maestra, es una historia excepcional de una supervivencia excepcional, una demostración del apego sin paliativos a seguir vivo, por encima de guerras, traumas, torturas, y tantos otros horrores en los que, absurdamente, el ser humano es capaz de sucumbir.