Para una experta en la comedia norteamericana como es Nora Ephron, una historia como la de Julie & Julia es mucho más que un plato sabroso, es todo un manjar. Y se nota que la directora disfruta de lo lindo con la trama que nos cuenta, una bella y original historia sobre apoyos vitales y ambiciones de felicidad.

Porque más que una comedia romántica, Julie & Julia es un manual sobre la superación personal y el alcance de metas imprescindibles para nuestra satisfacción. En este sentido, se presenta la historia de Julia (Streep), que en los años 50 y siendo extranjera allá donde iba (países o aprendizajes: mujer americana en Europa), superaba las trabas de los prejuicios con tal de exprimir hasta la última gota de su creatividad y de su vitalidad, lastrada además por su incapacidad de tener hijos a los que alimentar. Y en el Nueva York, post 11 – S, Julie (Adams), una treintañera más, perdida en la insatisfacción de una generación destinada a lo superficial, a lo práctico, a lo acomodaticio, que encuentra en el legado de Julia y en su vivaz espíritu, la brújula para reorientar sus pasiones, sus ambiciones y su ansia de vida.

Por este gusto imprescindible por una buena cena, por una gran sonrisa, por una complicidad de pareja lejos de las amarguras (las relaciones de Julie & Julia con sus compañeros son casi lo más emocionante del filme), esta película es una experiencia grata, agradable y divertida, con dos marcos incomparables como son París y Nueva York.

Y aunque hacia la mitad del metraje este se vuelve excesivamente repetitivo y no aprovecha historias ya presentes, Ephron tiene tal pulso emotivo en lo dramático y en lo cómico durante la primera mitad, que todo se perdona, más contando con dos actrices tan extraordinarias como Adams y Streep, que asumen el timing cómico y la sensibilidad de la historia.

Y pese a que el personaje de Adams es más deslucido que el de Streep, la joven actriz consigue emocionar con su historia casi tanto como el de Streep, todo un carácter, que en esta película demuestra una vez más la inmensa amalgama de sentimientos y profesionalidad que posee, capaz de llenar un personaje de humanidad, detalles, formas de hablar, de caminar, de mirar... En fin, seguiré reclamando por el Oscar anual para Meryl Streep.