Fish Tank es el retrato de una adolescencia rota en los entornos más desesperanzadores de la Ingleterra obrera y residencial. Partiendo del personaje principal de una adolescente solitaria, Mia, con pasión por el baile, vamos conociendo a las personas de su entorno más cercano en la convivencia pero más alejado en la afectividad.

Fish Tank apuesta por la veda del cine social inglés, tan gris a la hora de mostrar los suburbios y sus gentes, pero en su afán de alejarse del tópico, también se aleja de cualquier signo de identificación para el público. La pasión de Mia, la danza, nunca se explota como pasión. Los motivos o el desarrollo de los personajes secundarios con el de Mia tampoco se llegan a conocer, y la definición de estos es tan desagradable que es francamente difícil identificarse con ellos.

Fish Tank podría haber sido una gran película (y para algunos lo es, pero considero que se ha sobrevalorado mucho, muchísimo), ya que su historia es interesante y cuenta con suficientes ingredientes para hacer un buen retrato social de clases y etapas vitales, pero ese consciente distanciamiento perjudica gravemente a la película.

No obstante, hay en ella detalles interesantes, como el uso del sonido y el color por parte de la directora, que consigue crear momentos realmente bellos, alejándose de otras películas por el estilo (por ejemplo la estúpida y muy fea – no se me ocurre otro adjetivo –, Yo Soy la Juani); y la labor del reparto, tanto de la debutante Katie Jarvis, que pese a no poseer un gran registro interpretativo es capaz de hacer creíble su papel, como del reparto de secundarios, en especial Michael Fassbender, que después de interpretaciones como las de Hunger, Maditos Bastardos o ésta, demuestra que es un espléndido actor de carácter capaz de dar vida a los más dispares personajes, y que posee el carisma necesaria para ser la gran estrella que seguro será.