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España España · Salamanca
Voto de La Maga:
6
Comedia. Romance Miles Massey (George Clooney) es un famoso y rico abogado de Los Ángeles, especializado en casos de divorcio. A pesar de su acomodada vida, el tedio se apodera de él y se plantea nuevos retos. Todo cambia cuando conoce a la devastadora Marilyn Rexroth (Zeta-Jones), especialista en matrimonios en serie, que está a punto de divorciarse de un cliente de Miles, rico constructor y donjuán empedernido. (FILMAFFINITY)
11 de mayo de 2007
28 de 37 usuarios han encontrado esta crítica útil
Dentro del panorama actual, Crueldad intolerable es un buen dulce de rápido consumo; dentro de la filmografía de los Coen, tal vez uno de sus logros menores.
Los hermanos Coen han conseguido, en apenas dos décadas (Muerte entre las flores, El Gran Lebowski, Fargo...), convertirse en abanderados de un cine de autor que, a grandes rasgos, supone la combinación de dos retos: aunar todas las influencias clásicas de género, y aplicarles las señas de identidad propias sin que sus obras parezcan un continuo homenaje o nostálgico regreso al pasado.
En esta ocasión, de la mano de la screwball comedy, encaran la comedia romántica entregándoles a sus estrellas la posibilidad de troncharse con un guión pertrechado a la medida de su carisma. Divertida, ingeniosa, fresca, dinámica, Crueldad intolerable desfila entre situaciones grotescas repletas de carga viperina, abonada al desparrame, el gamberrismo y el cachondeo. No hay normas, o al menos hay muchas ganas de pasárselo bien en esta guerra de sexos comandada por Miles Massey, un cínico y brillante abogado, aunque insatisfecho, y Marylin Rexroth, una perversa e invulnerable cazafortunas, y bien secundada por Billy Bob Thornton, Edward Hermann, y Geoffrey Rush (impagable la secuencia inicial de cuernos). George Clooney recuerda más que nunca a Gary Grant en una convincente muestra de encanto canallesco, y Catherine Zeta-Jones hace gala de sus altas dosis de carácter y estilo.
Esta premeditada y frívola destrucción de roles sexuales, este ambiente distendido, fluido y deliciosamente banal de crítica contra la sociedad norteamericana, componen una obra picaresca de encuentros y desencuentros en la que el espectador debe necesariamente ser cómplice para que el humor negro en forma de carnaval y la atracción continua que desprende la pareja protagonista confluyan en un mismo destino: la creación de momentos antológicos bañados por una farsa en la que la venganza y los retos inspiran las situaciones más familiares e identificables. Fuera todo signo de trascendencia, los Coen abordan su comedia más accesible (y seguramente más taquillera), recuerdan a los mismísimos Preston Sturges, Ernst Lubitsch, George Cukor y Howard Hawks, pero por primera vez no parten de algo de su cosecha original, sino que la tienen que hacer suya, de ahí que dediquen su esfuerzo por entero a un guión en el que lo que importa no es lo que se cuenta, sino cómo se cuenta.
La Maga
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