Dos hombres pelean sin ningún motivo a lo largo de los años. Una imaginaria ofensa basta para desatar lo que no tiene vuelta atrás. La campaña napoleónica les separará y unirá hasta el inevitable enfrentamiento final. Sin duda alguna lo mejor de esta película es la clara separación entre el protagonista y su antagonista, la rabia de la bestia a la que interpreta Harvey Keitel y la rectitud y el honor del heroico protagonista, a pesar del miedo que siente hacia el otro.

Varios conocidos, tras ver esta película a recomendación mía, me han comentado que les gustaba pero que era demasiado lenta. ¿Pero qué es el buen cine? ¿Acaso no somos capaces de concentrarnos delante de nada que no sea una sucesión de explosiones? La película tiene el ritmo que necesita. Las virtudes de esta película son muchas: transfondo histórico a una historia personal, buenas interpretaciones y sobre todo sencillez en lo que cuenta, en efecto, buena parte de mis películas favoritas parten de una idea sencilla excepcionalmente desarrollada: Sólo ante el peligro, los siete samuráis, la cosa... por poner algunos ejemplos.