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España España · Cáceres
Voto de Tiggy:
7
Drama. Romance Carmen es una adolescente gitana que vive en el extrarradio de Madrid. Como cualquier otra gitana, está destinada a vivir una vida que se repite generación tras generación: casarse y criar a tantos niños como sea posible. Pero un día conoce a Lola, una gitana poco común que sueña con ir a la universidad, dibuja graffitis de pájaros y es diferente. Carmen desarrolla rápidamente una complicidad con Lola, y ambas tratarán de llevar hacia ... [+]
12 de febrero de 2021
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Arantxa Echevarría nos trae, más que una película, una dura crónica sobre la situación de la mujer, encañonando a la cultura gitana con un arma cargada de proyectiles de igualdad y que dispara a bocajarro contra sus patriarcas. Carmen y Lola, dos mujeres privadas de derechos, dos aves privadas de su libertad, enjauladas por el hombre y su cultura. Y, para esto, la directora vasca grita, llora y, sobretodo, sufre por todas las mujeres que han sufrido, sufren y sufrirán las consecuencias de un machismo social que prospera por la ignorancia de sus pacientes. Ambientándose en el extrarradio madrileño, Echevarría nos ahoga en la vida y costumbre de una comunidad evangelista gitana de la mano de sus dos mártires, Carmen y Lola, dos chicas de diecisiete años que descubren, entre el humo del tabaco, los secretos del corazón.

Echevarría dosifica con cuentagotas la delicadeza y el tacto por los que muchos realizadores optan a la hora de consumar un drama lésbico, yendo con toda la bravura y nobleza de un toro de Lidia hacia las crueles estocadas del torero, cuidándose de que nosotros sintamos los hurgonazos de injusticia, impotencia y rabia del animal herido, dominado y humillado en un enfrentamiento al que pertenece por derecho de nacimiento. En la acometida, la directora empuja sus becerros al ruedo, empuja a Carmen y Lola a participar en esa lucha desigual, invitándonos a ver, desde la grada, la corrida del machismo por la sociedad. Y son estas formas, tan directas y rudas, las mejores para denunciar el drama de la mujer. Sin rodeos, sin titubeos, la directora bautiza a sus protagonistas sumergiéndolas en el agua hasta la asfixia, rezando porque sobrevivan para así poder darlas el nombre y la voz, la identidad que nunca han tenido como mujeres.

Aun con esas, Echevarría logra escenas de absoluta sensibilidad en el romance, no descuidándolo en ningún momento a pesar de su rol de hilo conductor, consiguiendo transmitir la inocencia y, sobretodo, la ignorancia de sus dos chicas, de los dos toros que no entienden por qué tienen que luchar por sus vidas. En la contienda, la directora usa a la perfección sus recursos en pos del costumbrismo; la naturalidad, a ojos del espectador, con la que intensifica el drama adquiere un valor mucho más profundo que el de mera ambientación. El público es conocedor, en mayor o menor medida, de las antiguas costumbres gitanas, las cuales vemos como normales en su sociedad. Las vemos sin hacer nada, como el que va a una corrida de toros. De esta forma, Echevarría nos involucra directamente en la epopeya de Carmen y Lola de una forma tan elegante que agita y estremece, que retuerce sin caer en la banal culpabilidad, sugiriendo un cambio necesario que, si no se produce desde dentro, deberá producirse desde fuera.

La vascongada, dentro de ese costumbrismo, se las arregla para introducir elementos poéticos, de carácter descriptivo, sobre la situación de sus protagonistas en ese pequeño mundo en las afueras de Madrid. La recurrente comparativa de Carmen y Lola con las aves, símbolo por antonomasia de la libertad, siempre está presente en la escenografía de manera explícita o implícita. Por eso, es muy habitual observar barrotes, verjas o similares en escenas donde los personajes dialogan acerca de sus derechos, de su libertad arrebatada, de su imposibilidad de volar dentro de esa jaula en la que están atrapados, siendo especialmente reveladora la escena donde Lola le cuenta a Paqui su deseo de ser ornitóloga.

Por otra parte, la banda sonora de Nina Aranda la considero un desacierto. Teniendo un abanico tan grande de posibilidades dentro del flamenco, no puedes limitarte a ofrecer sonidos populares tan insulsos. Qué menos que algunos temas de esas grandes mujeres que revolucionaron el cante, con arte y poderío, como Juana la del Pipa o La Paquera de Jerez, o tantos otros como El Cabrero o José Mercé que supieron cantar al amor y a la libertad con tanta pasión, y que tan bien habrían acompañado a Carmen y Lola en su batida hacia la libertad.

Las interpretaciones muy correctas, especialmente Zaira Romero, pero, incluso con su corta aparición en pantalla, Rafaela León como Flor, madre de Lola, me parece absurdamente impresionante. La fuerza con la que actúa en sus pocas escenas es arrolladora, desgarradora y directa como un gancho impactándote en la cara, describiéndote con su sola expresión todo el sufrimiento del que nos habla Echevarría a lo largo de la película.

Carmen y Lola, en resumen, es una excelentísima obra que parece mentira que sea una ópera prima por la destreza de su directora y por la forma tan despiadadamente humana que tiene para retratar los sentimientos, poniéndonos cara a cara con el machismo más desalmado haciendo al espectador parte de su lucha, parte de esa impotencia y rabia condensada en el papel de la mujer que, al igual que el toro, es víctima de la burla de un diestro llamado Sociedad. (7.5).
Tiggy
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