Es difícil calificar una película donde "el Notas" de Bridge hace un trabajo tan excepcional. Parece como si hubiéramos visto esta historia cientos de veces (Rya Milland en "Días sin huella", Nicolas Cage en "Living Las Vegas", etc.). ¿Quién no se ha tomado un par de copas cuando lo mejor de la vida y, pasados los años, tiene una adicción de pelotas... ha perdido la familia, el respeto, el dinero y la inspiración? ¿Y quién no ha encontrado después una nueva oportunidad, a través de un amigo, también alcohólico, que le pasa el mensaje de Doble A, y le dice que "coño, deja el trago de una puta vez? Y ¿quién, después de todo este periplo de rancias borracheras y resacas, reuniones de borrachos sobrios, compone unas cuantas canciones para que las canten otros... recupera la serenidad y el valor y tiene una vida nueva? Por Dios, esto es la película sobre este corazón rebelde, que más bien es un loco esponja que canta country en garitos de mala muerte en la América profunda (muy pobremente retratada en la cinta de Cooper), que la caga siempre y es incapaz de sostenerse en pie.
Cuando "el Notas" da la nota en materia de interpretación, es muy probable que uno tienda a olvidarse de que la película es un verdadero peñazo... de ésos que te caen encima cuando vas mirando mariposas por la calle, despistado y torpón. Sin Bridges, "Corazón rebelde" hubiera pasado sin pena ni gloria por las salas de España (aquí tenemos borrachos de toda índole que darían para películas brillantes, si una mano bondadosa y creativa tuviera la decencia de no gastarse el presupuesto de diez familias en hacer "ágoras" o "abrazos rompidos"). De hecho, "Corazón rebelde" es muy poca cosa... pero está "el Notas", tíos.