No ya un título mítico dentro del erotismo cinematográfico, sino todo un fenómeno sociológico de entonces. La jugada consistió en colar el film en las salas comerciales como un producto morboso pero de qualité, revestido con coartadas artísticas que iban de lo estético a lo culto. No tardó nada en triunfar, desatando un aluvión de secuelas e imitaciones que llegaron a conformar un subgénero. Su protagonista, la imposible Sylvia Kristel, se convertiría de la noche a la mañana en una figura popular.

En cuanto al argumento, basado en la novela homónima de Emmanuelle Arsan, pone en imágenes la libertad sexual de la esposa de un diplomático francés destinado en Tailandia.




"Bebamos por la nueva ley."