Cuando uno ni si quiera se plantea durante la película que está viendo una película es que ésta le ha atrapado totalmente; esa es la magia del buen cine. Hay secuencias en la ciudad en las que uno cree que está paseando dentro de ella y puede acercarse a cualquiera y ponerse a charlar con él o mascar el polvo de la calle o meterse en una tienducha a comprar algo o sentarse en la acera o ponerse a buscar también a un crío de nueve años.
Como ocurrirá posteriormente con "El camino a casa" Yimou nos muestras los problemas de la China rural con una sencillez pasmosa además de contarnos la historia de amor apasionada entre una chica de trece años y su testarudez. Bienaventurados sean los testarudos porque ellos harán cambiar el mundo.
Una vez más, los aspectos técnicos del film son impecables. Cuestión que, con Yimou, uno no sabe ya si valorar en positivo o en negativo en el supuesto de que estos falten.