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Voto de Tony Montana:
5
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5,8
57 403
Fantástico. Aventuras
La historia narra las aventuras de cuatro hermanos: Lucy, Edmund, Susan y Peter que, durante la Segunda Guerra Mundial, descubren el mundo de Narnia, al que acceden a través de un armario mágico mientras juegan al escondite en la casa de campo de un viejo profesor. En Narnia descubrirán un mundo increíble habitado por animales que hablan, duendes, faunos, centauros y gigantes al que la Bruja Blanca- Jadis- ha condenado al invierno ... [+]
2 de abril de 2008
5 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Probablemente, cuando a un crítico de los profesionales, de esos que cobran y hablan por encima del hombro sobre tal o cual película sólo por el mero hecho de escribir para una editorial importante, le mandan ver una película de corte cercano a lo infantil entremezclado con la aventura y la fanasía, probablemente reaccionará con una cara de disgusto que no compensará ni los enormes emolumentos que estos cobren de sus respectivos grupos políti... literarios, perdón. Es quizás esa mirada llena de prejuicios la que no les permite sumergirse dentro de unas historias a modo de metáfora sobre nuestra sociedad y la propia condición humana, algo simplificada a veces para no entorpecer la agradable visión de los niños de los animalejos y criaturas varias que pasean por la pantalla, pero casi siempre interesante. Quizás muchos vieron en El Señor de los Anillos, triple obra maestra de Peter Jackson, una de esas cargantes cintas de género con hadas y criaturas simpaticonas que no sangraban y sentían y no supieron apreciar todos los matices de la obra de Tolkien que tan bien adaptó el director neozelandés, aunque algunos se quedaron sorprendidos por la profundidad y la calidad de la obra. Luego está ese adolescente de culebrón latinoamericano metido a mago que, de una extensa filmografía que ha reinado en las taquillas durante los últimos años, sólo ha entregado una película más que decente, su segunda parte cuyo título no recuerdo ahora. El talento es bien diferente a la magna obra de Jackson, y el respeto por la obra lo mismo, probablemente el gran error de Las crónicas de Narnia: el león, la bruja y el armario, cuya novela desconozco por completo, pero que el director de Shrek ha convertido en la clásica película Disney, algo así como la historia que Escrivá de Balagué le contaría a cualquiera de sus hijos bastardos repartidos por el mundo, uniendo en una misma cinta o libro, llámese como uno quiera, los valores cristianos y jesuítas más extremos con todo ese mundo de fantasía que sólo un niño puede disfrutar en toda su extensión y no caer en la cuenta del mensaje que le están insuflando por todos sus sentidos.
El problema de este tipo de adaptaciones es la excesiva complejidad de su fondo y la aparente sencillez de su forma como una mera novela de aventuras fantásticas. Mientras en el libro el autor puede explayarse en desarrollar hasta el último recoveco de los numerosos personajes que recorren sus páginas, a la hora de trasladarlos puede haber dos visiones: la respetuosa, esa en la que el autor piensa en el escritor y en la obra, y si el público es quien tiene que amoldarse a la cinta, que lo haga, véase la trilogía tolkieniana, imposible no recurrir a ella por su majestuosidad, o la comercial, esa en la que el director, mero pelele del productor, realiza un trabajo tan simplón pensando en el público que finalmente el resultado desmerece, y mucho, a su original, que, como en este caso ya he dicho, servidor no ha leído.
(Continúa debajo)
El problema de este tipo de adaptaciones es la excesiva complejidad de su fondo y la aparente sencillez de su forma como una mera novela de aventuras fantásticas. Mientras en el libro el autor puede explayarse en desarrollar hasta el último recoveco de los numerosos personajes que recorren sus páginas, a la hora de trasladarlos puede haber dos visiones: la respetuosa, esa en la que el autor piensa en el escritor y en la obra, y si el público es quien tiene que amoldarse a la cinta, que lo haga, véase la trilogía tolkieniana, imposible no recurrir a ella por su majestuosidad, o la comercial, esa en la que el director, mero pelele del productor, realiza un trabajo tan simplón pensando en el público que finalmente el resultado desmerece, y mucho, a su original, que, como en este caso ya he dicho, servidor no ha leído.
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SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Aquí, la incompetencia y la escasa personalidad de Adamson hicieron que la Disney lograra su sueño, conseguir la clásica película con niños estúpidos que trata a los propios niños del público como si fueran tan estúpidos con los del film, haciendo que esta película no la disfruten niños de más de 11 o 12 años, o adultos que en su día no supieron si pesaba más un kilo de paja o uno de hierro. El director, probablemente, sabe de la superficialidad con la que trata el libreto a la novela original y él no hace nada por remediarlo aparte de un simple "pon la cámara y graba", dejando que el ritmo de la cinta lo aporte el montador, quien logra salvar una función bastante descafeinada, ya que tampoco los efectos especiales logran sacar más que el mero aprobado raspado, cantando el ordenador en exceso, especialmente la pantalla verde, que en algunos momentos llega a ser ofensivo, y eso sin hablar de las débiles noches americanas de un director de fotografía que parece recién salido de clase que no hacen más que dejar una sensación de "alatristismo" por todos lados alarmante.
El realizador parece más preocupado de dotar de vida física a las criaturas generadas por ordenador que luego se olvida de insuflarles vida interior, teniendo ante sí un gran número de divertidísimas y simpáticas ratas, comadrejas, castores y no sé qué más con las que dan ganas de acostarte (en el buen sentido) abrazado cual peluche, pero que luego sabemos más bien poco de su participación en la trama. Obviamente, para no molestar a los niños, un personaje tan interesante como odiado y luego desaprovechado como el de Edmund, el hermano mediano de los cargantes y chillones Pevensie, pequeño Judas abrumado por la culpabilidad que vende a su mesías por algo menos que las 30 piezas de oro, unas delicias turcas (que alguien me explique como en Narnia saben, si quiera, qué es Turquía), es suavizado para que al final los niños de la sala no lloren ante la incómoda posición de ver como un coetáneo suyo sufre porque, por su culpa, han detenido a James McAvoy, quien, por cierto, olvidó depilarse los pezones. Las constantes lagunas del guión hacen que, especialmente, en el último trozo de película la acción suceda sólo por obra y gracia del espíritu santo que aparece aquí en forma de ese león de voz profunda y proselitista a más no poder, reencarnado Jesucristo que se entrega por la causa para luego renacer y salvar al género humano... o lo que sea que vive en Narnia. Inexplicable es, también, cómo cuatro mocosos son capaces de llegar, ver y vencer, es decir, llegar, no saber ni dónde se encuentran, escapar de toda clase de monstruos y aprender, de manera puramente inspiracional, a manejar armas de manera profesional y a ser buenos cristianos, liderando al ejército del bien en su eterna lucha contra el mal en una chapucera batalla en la que el cristianismo se enfrenta a la superstición y al miedo de la brujería y unos malos cuyas caretas y ridículas formas únicamente producen risa.
El realizador parece más preocupado de dotar de vida física a las criaturas generadas por ordenador que luego se olvida de insuflarles vida interior, teniendo ante sí un gran número de divertidísimas y simpáticas ratas, comadrejas, castores y no sé qué más con las que dan ganas de acostarte (en el buen sentido) abrazado cual peluche, pero que luego sabemos más bien poco de su participación en la trama. Obviamente, para no molestar a los niños, un personaje tan interesante como odiado y luego desaprovechado como el de Edmund, el hermano mediano de los cargantes y chillones Pevensie, pequeño Judas abrumado por la culpabilidad que vende a su mesías por algo menos que las 30 piezas de oro, unas delicias turcas (que alguien me explique como en Narnia saben, si quiera, qué es Turquía), es suavizado para que al final los niños de la sala no lloren ante la incómoda posición de ver como un coetáneo suyo sufre porque, por su culpa, han detenido a James McAvoy, quien, por cierto, olvidó depilarse los pezones. Las constantes lagunas del guión hacen que, especialmente, en el último trozo de película la acción suceda sólo por obra y gracia del espíritu santo que aparece aquí en forma de ese león de voz profunda y proselitista a más no poder, reencarnado Jesucristo que se entrega por la causa para luego renacer y salvar al género humano... o lo que sea que vive en Narnia. Inexplicable es, también, cómo cuatro mocosos son capaces de llegar, ver y vencer, es decir, llegar, no saber ni dónde se encuentran, escapar de toda clase de monstruos y aprender, de manera puramente inspiracional, a manejar armas de manera profesional y a ser buenos cristianos, liderando al ejército del bien en su eterna lucha contra el mal en una chapucera batalla en la que el cristianismo se enfrenta a la superstición y al miedo de la brujería y unos malos cuyas caretas y ridículas formas únicamente producen risa.