Una historia de amor que cabalga entre el dramón y el almíbar. Chico y chica se conocen y, a pesar de que ella es casi diez años mayor, inician una relación que les empuja a querer ser padres, y ahí empiezan los problemas.

Algo que me sorprendió para mal desde el principio es lo deprisa que transcurre todo. Se conocen casualmente y, unas pocas escenas después, ya están hablando de tener hijos. Porque de eso trata, de la urgencia por cumplir con lo que no sabemos si es un deseo vital genuino o un estándar social autoimpuesto. He de confesar que en ese aspecto la película discurrió por derroteros distintos a los que me esperaba, habida cuenta cual de los dos tiene mayor edad. Luego, el desarrollo se frena y entra en un ligero valle del que sale a duras penas. El punto de obcecación en que caen ambos tampoco ayuda, pero supongo que es un punto de vista tan válido como cualquier otro.

El punto fuerte es sin duda las interpretaciones. Los dos actores protagonistas se hacen con la función sin problemas y de manera más que convincente, con mención especial para la catalana Laia Costa, que además se defiende en un buen inglés. Al final la cosa quizá se estira demasiado y hace que desconectemos un poco, pero como se dice en un pasaje de la película, "no hay nada perfecto".