Otra vez el héroe solitario, otra vez el hombre justo y justiciero, una vez más el hombre indomable de gesto inmutable, una vez más... Spencer Tracy.

Tiene todos los ingredientes del Western, excepto la época en que se desarrolla -aunque si no fuese por el tren en el que llega nuestro protagonista, por su traje y sombrero, por el empleo de camionetas en vez de carruajes y por la condición de veterano de la II Guerra Mundial del personaje principal; apenas lo notaríamos-.

Un coro de actores de primer nivel, dan vida a unos personajes hechos a la medida de un paraje barrido por el viento, asolado por el calor y sometido al aburrimiento. Pero algo más se oculta entre las escasas calles del poblado y aquellos rudos pueblerinos parecen guardar algún oscuro secreto...

Mas no les desvelaré nada más sobre la trama, aunque ésta no sea la mayor fortaleza de la cinta sino que lo es la exhibición de grandiosos duelos entre sus intérpretes; donde se cruzan la miradas como se cruza el acero, donde se siente la angustia, el odio, el poder, la sorpresa... y el miedo.Y todo ello conducido por un gran especialista en cine de acción y a la vez tan buen director de actores cómo fue John Sturges ("Los siete magníficos", "La gran evasión").