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Thriller. Intriga
Matt Scudder (Liam Neeson) es un expolicía de Nueva York que trabaja como detective privado a pesar de que no tiene licencia. Cuando accede a regañadientes a ayudar a un traficante de heroína a cazar a los hombres que secuestraron y asesinaron brutalmente a su esposa, descubre que no es la primera vez que esos hombres han cometido este tipo de crímenes. Entonces decide recorrer las calles de Nueva York para detener a los asesinos antes ... [+]
21 de diciembre de 2020
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La adaptación cinematográfica de la novela de Lawrence Block fue otro proyecto que sorteó un largo recorrido antes de poder realizarse. Ya disponía de guion en el 2002, tras realizar las reescritura de Minority report. Se vinculó a Harrison Ford como posible protagonista y a Joe Carnahan como director, que acababa de realizar Narc (2001), su mejor obra, cuya turbiedad parecía conectar la potencial de Caminando entre las tumbas. Pero no se materializó, y durante años no parecía que su siniestra densidad encontrara la receptiva disposición para financiarla, hasta que entró en escena Liam Neeson, quien se había convertido, gracias a Venganza (Taken, 2008), de Pierre Morel, en una inesperada estrella del cine de acción. Sin él difícilmente pudiera haberse realizado. Aunque esta no sea una película de acción. Esta es una obra de tinieblas, de texturas turbias y siniestras, manifiestas en la extraordinaria dirección de fotografía de Mihail Malamire jr, como una permanente luz nublada, con colores degradados, como una pintura que se descompone. Conecta con las texturas sombrías de David Fincher, en particular Seven (1995) y Zodiac (2007), en particular por cómo trasmite una atmósfera malsana, como si emanara de la propia realidad. La caracterización ordinaria, sin extravagancias ni atributos anómalos, de ambos psicópatas, el locuaz Ray (David Harbour) y el callado Albert (Adam David Thompson), y su disfrute con el daño y la crueldad (con la inconsciencia jubilosa de un niño y la indiferencia de severo adulto), amplifica esa sensación. Lo terrible no es nada anómalo.
De nuevo, como en la obra previa, una raíz herida en el pasado. En la secuencia inicial ya se señala que Scudder era un personaje que vivía de espaldas a sí mismo: Los introductorios planos, en penumbra, a contraluz, de la nuca de él y de su compañero, en el coche, mientras este le reprocha que ha perdido el norte. En el presente, siete años después, es una figura solitaria, un espectro errante que porta su pesadumbre (por la indiferencia con la que mató a aquellos tres hombres, despreocupado de su propia vulnerabilidad, como si las balas no pudieran herirle). El hombre que contacta con él, Kristo (Dan Stevens), un traficante de drogas que ha perdido a su esposa, porta una mirada sombría permanente, tiznada con brasas, como una bala presta a dispararse. Entregó el dinero, después de regatear, y le entregaron su esposa desmembrada. Quiere venganza. Su mirada severa y sombría es la de alguien que ya ha perdido cualquier aliento vital. Su casa transpira vacío. Y a la vez normalidad, como su mismo aspecto apolíneo. Pudiera ser un ejecutivo de una empresa que posee un amplio y lujoso piso y juega al squash o al tenis tras acabar el trabajo. Posteriormente, otro traficante, que sufrirá el secuestro de su hija, vive en un adosado entre otros tantos adosados en una zona próspera. No hay fronteras que diferencie a unos y otros, lo normal de lo anómalo, lo legal de lo ilegal, la turbiedad de la apariencia ordinaria. Un cementerio es el espacio que condensa la muerte que acecha, como tuberías corrompidas, una realidad que se sostiene sobre meras (capciosas) apariencias cuando su materia son los desechos, como expresan de modo admirable las texturas de la película. Se siente que la realidad es un vertedero ominoso, pura intemperie, en donde las figuras se precipitan al vacío sin saberlo. Por eso, resulta tan contundente, y demoledor, el instante en el que Loogan (Olafur Darri Olafsson), el guarda del cementerio, tras alimentar a sus palomas en la azotea de su casa, se deja caer al vacío mientras habla con Scudder.
De nuevo, como en la obra previa, una raíz herida en el pasado. En la secuencia inicial ya se señala que Scudder era un personaje que vivía de espaldas a sí mismo: Los introductorios planos, en penumbra, a contraluz, de la nuca de él y de su compañero, en el coche, mientras este le reprocha que ha perdido el norte. En el presente, siete años después, es una figura solitaria, un espectro errante que porta su pesadumbre (por la indiferencia con la que mató a aquellos tres hombres, despreocupado de su propia vulnerabilidad, como si las balas no pudieran herirle). El hombre que contacta con él, Kristo (Dan Stevens), un traficante de drogas que ha perdido a su esposa, porta una mirada sombría permanente, tiznada con brasas, como una bala presta a dispararse. Entregó el dinero, después de regatear, y le entregaron su esposa desmembrada. Quiere venganza. Su mirada severa y sombría es la de alguien que ya ha perdido cualquier aliento vital. Su casa transpira vacío. Y a la vez normalidad, como su mismo aspecto apolíneo. Pudiera ser un ejecutivo de una empresa que posee un amplio y lujoso piso y juega al squash o al tenis tras acabar el trabajo. Posteriormente, otro traficante, que sufrirá el secuestro de su hija, vive en un adosado entre otros tantos adosados en una zona próspera. No hay fronteras que diferencie a unos y otros, lo normal de lo anómalo, lo legal de lo ilegal, la turbiedad de la apariencia ordinaria. Un cementerio es el espacio que condensa la muerte que acecha, como tuberías corrompidas, una realidad que se sostiene sobre meras (capciosas) apariencias cuando su materia son los desechos, como expresan de modo admirable las texturas de la película. Se siente que la realidad es un vertedero ominoso, pura intemperie, en donde las figuras se precipitan al vacío sin saberlo. Por eso, resulta tan contundente, y demoledor, el instante en el que Loogan (Olafur Darri Olafsson), el guarda del cementerio, tras alimentar a sus palomas en la azotea de su casa, se deja caer al vacío mientras habla con Scudder.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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Y la soledad, el aislamiento, la falta de conexión. Frank cortó veinte o veinticinco minutos, lo que implicaba la desaparición completa de personajes, como el hijo de Scudder y su pareja, una policía, interpretada por Ruth Wilson. Frank reconoció la inestimable asistencia de Steven Soderbergh durante el montaje. Aunque supusiera realizar una obra más a contracorriente, decidió eliminar lo que podía suavizar la tonalidad narrativa. Era importante, además, remarcar la soledad del protagonista. Detective sin licencia, hombre sin vínculos. Se puede decir que sufre de anemia vital. Alguien que busca a los que amenazan a quienes suministran sustancias tóxicas embriagadoras, como si a la vez reflejaran su amargura por haberse dejado dominar, y embrutecer, por el exceso consumo del alcohol. De ahí, la pertinencia dramática, tan efectiva, del contraste con el joven sin hogar que padece anemia drepanocitica, TJ (Brian ‘Astro’ Bradley), al que conoce buscando información en la biblioteca, y que le ayudará en la investigación (y sobre todo vitalmente, como quien recupera lazo, gracias a otro desheredado, con el mundo). Hogares rotos, vínculos disfuncionales que regeneran. Tj dibuja figuras de superhéroes, y Scudder se siente lo contrario del superhéroe. Precisamente, por sentirse algo parecido perdió la consciencia del daño que infligía, o del que podía sufrir, como si fuera invulnerable, como quien ha perdido la capacidad de sentir (por su exceso de consumo de alcohol): Esa extrema incapacitación, esa extrema falta de empatía, que representan los dos secuestradores. Por eso, la confrontación final no tiene que ver con la erradicación de una amenaza sino con la extirpación de una infección que está en uno mismo. En la secuencia final, Scudder retorna al hogar, y encuentra a Tj dormido. En sus manos, un dibujo de héroe. Scudder se sienta, con el gesto exhausto, en un hogar que rezuma despojamiento, pero con la luminosidad en su expresión de quien siente que tiene alguien a su lado.
Alexander Zárate
Extracto Estudio Scott Frank
http://elcinedesolaris.blogspot.com/2020/12/gambito-de-dama-y-el-cine-scott-frank.html
Alexander Zárate
Extracto Estudio Scott Frank
http://elcinedesolaris.blogspot.com/2020/12/gambito-de-dama-y-el-cine-scott-frank.html