Estupenda comedia, sensible y apetecible, llena de colores y texturas, en la que una Keri Rusell preciosa ejerce de camarera dulce y bondadosa, un panorama aparentemente divino truncado, no obstante, por la figura de su marido, un crápula machista y misógino que la tiene cuasi secuestrada y totalmente anulada. Y para colmo, una noche etílica es el escenario inoportuno para quedarse embarazada de él, así que se debate entre la infelicidad de su vida conyugal y la imposición moral de un bebé no deseado mientras llena los momentos más infaustos inventando todo tipo de pasteles con título.
A ratos excesivamente edulcorada, la cinta está muy bien desarrollada y no baja el ritmo en ningún momento. La belleza y desenfado de la protagonista le da al relato un toque de cuento de hadas muy apropiado. La directora Shelly se guarda un papel para sí misma en forma de desangelada criatura de la naturaleza, un papel por cierto que ni ella misma pudo revisar después de acabar la película, ya que fue encontrada asesinada en su apartamento antes del estreno de la misma.