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España España · Valencia
Voto de Carorpar:
7
Thriller. Drama El marchante americano Tom Ripley (Hopper) intenta poner a prueba la integridad de Jonatham Zimmermann, un humilde fabricante de marcos (Bruno Ganz) que padece una enfermedad terminal. Ripley le presenta a un gánster que le ofrece mucho dinero a cambio de que trabaje para él como asesino a sueldo. En un principio rechaza la oferta, pero, al pensar en el precario futuro que espera a su mujer y a su hijo después de su muerte, acaba aceptando el trato. (FILMAFFINITY) [+]
22 de abril de 2018
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con todo y ser, posiblemente, el que peor haya envejecido, el cine de los setenta tenía una atmósfera especial, hecha de una hermosa decadencia de fin de época, que los años transcurridos no hacen sino revalorizar. El minimalismo y la sofisticación digital de nuestro tiempo acrecientan la sensación prehistórica que transmiten los apartamentos abarrotados de trastos y los estruendosos timbrazos telefónicos de entonces. Por cierto que, estos últimos mucho más respetuosos con los ritmos naturales de la vida, precisamente por su condición de —casi siempre— extemporáneos, que la conexión perenne a que nos hemos prestado con tonto entusiasmo.
Al encanto nostálgico antedicho suma “Der Amerikanische Freund” una conjunción de talentos —Wenders, Highsmith, Ganz y Hopper— que redunda en la calidad de una cinta cuyos méritos rebasan los que de por sí atesora en tanto “thriller”. Ello sin perjuicio de la habilidad de Wim Wenders para nadar en aguas como las del “neo-noir”, o el “euro-noir”, donde, a priori, hubiera costado imaginarlo. De hecho, alcanza a entregar un ramillete de momentos admirables, de alto voltaje algunos —la secuencia del metro de París, por ejemplo—, dignos de un discípulo aventajado de Hitchcock.
La —aparente— comercialidad de la propuesta no obsta para que el director alemán haga un retrato intimista y profunda, dolorosamente humano del protagonista y su familia. Bruno Ganz se daba a conocer, y de qué manera: aguantando el envite, resistiendo los embates de un caníbal de la voracidad de Dennis Hopper en el —“turbio” se queda corto— papel de Tom Ripley. El personaje ideado por Patricia Highsmith, del que también se han vestido, entre otros, Alain Delon, John Malkovich y Matt Damon, encuentra en Hopper su encarnación más perfecta. Insisto en que, a su vez, éste topa con la soberbia interpretación de Ganz como tipo del montón sumido en la vorágine de circunstancias extraordinarias, motivo, por otra parte, igualmente hitchcockiano. El duelo entre ambos desborda la pantalla, e incluso las costuras del guión, hasta un punto tal que la propia historia parece querer sumarse a la fiesta, culminando en un desenlace algo alucinado para mi gusto. Un leve desequilibrio final que en ningún caso emborrona un film indiscutiblemente recomendable.
Carorpar
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