“The Haunting of Hill House” supone no diré que un aluvión, pero sí un puñado de buenas noticias. En primer lugar, para su director, un Mike Flanagan que me había decepcionado en “Hush” (Pánico, 2016) y “Gerald´s Game” (El juego de Gerald, 2017), aunque la culpa en este último caso cabe apuntarla, a mi juicio, en el debe del material literario original, una novela de Stephen King no demasiado lograda. Aquí, en cambio, logra mantener el pulso, alcanzando momentos de indiscutible brillantez expositiva, con amplios movimientos de cámara, de elegante factura clásica, planos secuencia cada día más desacostumbrados y vertiginosos travellings, tanto circulares como de seguimiento, herederos asimismo de las enseñanzas de maestros de la talla de Alfred Hitchcock y Stanley Kubrick.
Igualmente trae estupendas nuevas a su protagonista, uno de ellos al menos, habida cuenta de la voluntad coral que manifiesta la serie. En efecto, Michiel Huisman se sobrepone a la inoperancia interpretativa de la que había dado asombrosas muestras en “The Invitation” (La invitación, 2015) –otra cinta objeto de injustificadas carantoñas por parte de la crítica– para componer esta vez un personaje bastante sugestivo y, por cierto, característico del universo King: el de escritor de “best sellers” con soterrados traumas infantiles. Ni que decir tiene que Carla Gugino entrega un trabajo superlativo en un rol en absoluto fácil. En cuanto al veterano Timothy Hutton, dota a su papel del poso que dan los años y la experiencia. Algo más acartonado vemos a Henry Thomas, otrora el inolvidable Elliott de “E.T.: The Extra-Terrestrial” (E.T., el extraterrestre, 1982), al que quizá le incomoden las lentillas color turquesa que le han calzado buscando un parecido poco probable con Hutton, su yo del futuro.
Por supuesto, y principalmente, “The Haunting of Hill House” insufla una saludable bocanada de aire fresco a un subgénero, salvo contadas excepciones, sometido a las vejaciones de una legión de indocumentados sin más ocupación que insultar la inteligencia del espectador. La combinación de melodrama y terror funciona como un reloj suizo, sin que el primer elemento de la compleja ecuación, una tragedia familiar de proporciones shakespeareanas, menoscabe la eficacia del segundo. Antes al contrario, “The Haunting of Hill House” da miedo. De hecho, en ocasiones, mucho. Y eso también es noticia, la mejor de todas. En fin, este “aggiornamento” de las historias de mansiones encantadas y fantasmas que nos legara el lejanísimo, casi prehistórico romanticismo, se erige en una de las sorpresas más gratas del año y constituye el precalentamiento perfecto para la noche de Halloween. Que la disfruten, con la manta hasta las cejas.