Mi admirada y admirada en general Jaws cambió la historia del cine. Quizás quien más la desprecie es justo su director, quien en varias ocasiones la ha denostado para dar más valor a otras de sus grandes obras. Pero diga lo que diga, Jaws es una obra relevante, relevante porque cambió las reglas del juego y a la vez estableció las de un juego nuevo, el blockbuster.

The Meg vuelve a coger a los mismos protagonistas, los trae al presente hipertecnificado, y los apunta al gimnasio mientras les hincha a esteroides, y eso es lo que consigue, una película hinchada.

Hinchada de malos homenajes a Jaws, de personajes que son demasiado guays, de intentar conectar con el mercado asiático, de acción sin sentido, de tiburones. En todo su metraje no tiene ni la décima parte del valor cinematográfico que tiene la escena de las cicatrices de Jaws.

En fin, Spielberg partía de una receta sencilla para convertirse en hito, The Meg estropea el plato a base de añadirle ingredientes.