Una inesperada pirueta argumental sitúa al espectador en el meollo de una peripecia ingeniosa, original y absolutamente desconcertante.
Su desarrollo se atiene a la clave de un exquisito sentido del humor en el que M. Caine y B. Kingsley dirimen sus cuitas en un duelo interpretativo de máxima altura.
Entre bromas y veras la película trasciende de sí misma y se involucra en un genuino caso detectivesco propio de A.C. Doyle.
La ambientación, el ritmo narrativo y la banda sonora -H. Mancini- componen un excelente marco de referencia para que la acción alcance todo el esplendor que corresponde a una aventura de S. Holmes.