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Voto de casandra:
10
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8,2
12 753
Drama
En un pueblo minero de Gales viven los Morgan, todos ellos mineros y orgullosos de serlo y también de respetar las tradiciones y la unidad familiar. Sin embargo, la bajada de los salarios provocará un enfrentamiento entre el padre y los hijos; porque mientras éstos están convencidos de que la unión sindical de todos los trabajadores es la única solución para hacer frente a los patronos, el cabeza de familia, en cambio, no quiere ni ... [+]
27 de junio de 2023
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
La ganadora en 1941, ¡Qué verde era mi valle!, es un sólido y cálido relato acerca de las dificultades y la vida de los Morgan, una familia de mineros en un pueblo de Gales, en los comienzos de la era industrial. También es narrada retrospectivamente por Huw (Roddy Mc Dowell), el menor de los hijos de Gwilyn Morgan (Donald Crisp) justo cuando decide marcharse del pueblo, de modo que el relato está teñido de subjetividad, pues se trata del punto de vista de quien fue un niño cuando ocurrieron los hechos contados, muchos años después por sí mismo cuando ya es un adulto.
Esta subjetividad le confiere a toda la película un tono de evocación y nostalgia, embelleciendo incluso los hechos terribles y dolorosos, como la dispersión familiar por los bajos salarios, el conflicto entre los obreros que desean ir a la huelga (entre los que se encuentran los hijos mayores) y la negativa del padre a participar en cualquier cosa que oliera a socialismo y a sindicatos, el fracaso resignado de la huelga, la frustración de un posible matrimonio de su hermana Angharad (Maureen O'Hara) con el enamorado reverendo Gruffyd (Walter Pidgeon), y en fin, la muerte del padre. Pero también evoca Huw la valiente defensa que hace su madre (Sara Allgood) de su esposo ante los obreros sublevados, la recuperación suya después del accidente y la enfermedad gracias a la fe y constancia del pastor Gruffyd, la invitación de Su Majestad la Reina al coro de los obreros y el reencuentro de su hermana Angharad con el pastor Gruffyd. Todo es hermoso a pesar de la dura vida de los mineros.
Se puede decir que esta película es un canto a la unidad de la familia, a la hombría de bien, a la lealtad, al coraje y a la fe. La religiosidad como valor central de la familia Morgan es profunda y central. Todo, hasta lo trágico, adquiere sentido en la memoria de Huw gracias a esos valores que sus padres supieron inculcarle con el ejemplo. Es así, que una película en blanco y negro se titula ¡Qué verde era mi valle! justamente por la contraposición del paisaje interior de Huw, "verde como la esperanza", y la negrura del carbón, el humo de las chimeneas y la pobreza de los obreros.
Frente a una obra como Germinal, de Claude Berri, muy posterior versión de la novela homónima de Zola, podría pensarse que este film edulcora la situación laboral y la lucha de clases. Pero no es así. Los conflictos aparecen: el dueño de la fábrica aparece tal cual: "implacable y cruel, siempre cruel". Pero la mirada de John Ford no es la del naturalismo de Zola ni mucho menos la del panfleto político marxista. Es la del niño que permanece en el Huw adulto que nos cuenta la historia. Y todo esto transfigura esa época con un lirismo que sin llegar al sentimentalismo, evidentemente está teñido de nostalgia
Esta subjetividad le confiere a toda la película un tono de evocación y nostalgia, embelleciendo incluso los hechos terribles y dolorosos, como la dispersión familiar por los bajos salarios, el conflicto entre los obreros que desean ir a la huelga (entre los que se encuentran los hijos mayores) y la negativa del padre a participar en cualquier cosa que oliera a socialismo y a sindicatos, el fracaso resignado de la huelga, la frustración de un posible matrimonio de su hermana Angharad (Maureen O'Hara) con el enamorado reverendo Gruffyd (Walter Pidgeon), y en fin, la muerte del padre. Pero también evoca Huw la valiente defensa que hace su madre (Sara Allgood) de su esposo ante los obreros sublevados, la recuperación suya después del accidente y la enfermedad gracias a la fe y constancia del pastor Gruffyd, la invitación de Su Majestad la Reina al coro de los obreros y el reencuentro de su hermana Angharad con el pastor Gruffyd. Todo es hermoso a pesar de la dura vida de los mineros.
Se puede decir que esta película es un canto a la unidad de la familia, a la hombría de bien, a la lealtad, al coraje y a la fe. La religiosidad como valor central de la familia Morgan es profunda y central. Todo, hasta lo trágico, adquiere sentido en la memoria de Huw gracias a esos valores que sus padres supieron inculcarle con el ejemplo. Es así, que una película en blanco y negro se titula ¡Qué verde era mi valle! justamente por la contraposición del paisaje interior de Huw, "verde como la esperanza", y la negrura del carbón, el humo de las chimeneas y la pobreza de los obreros.
Frente a una obra como Germinal, de Claude Berri, muy posterior versión de la novela homónima de Zola, podría pensarse que este film edulcora la situación laboral y la lucha de clases. Pero no es así. Los conflictos aparecen: el dueño de la fábrica aparece tal cual: "implacable y cruel, siempre cruel". Pero la mirada de John Ford no es la del naturalismo de Zola ni mucho menos la del panfleto político marxista. Es la del niño que permanece en el Huw adulto que nos cuenta la historia. Y todo esto transfigura esa época con un lirismo que sin llegar al sentimentalismo, evidentemente está teñido de nostalgia
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
¿Cómo pedirle, pues, a la Academia que, entre estas dos películas, se decidiera por El Ciudadano Kane? La película de Ford es académica. El Ciudadano no. Justamente significa en 1941 una ruptura con lo académico, pues infringe la gramática y la sintaxis del lenguaje cinematográfico de la academia, de cualquier academia para entonces. ¡Qué verde era mi Valle! es un hermosísimo homenaje a ese lenguaje, absolutamente coherente con el contenido evocativo y nostálgico de la novela y del guión, así como a los valores tradicionales (familia, religión entendida como expresión cultural de un pueblo, honestidad, lealtad, etc.). El Ciudadano también es absolutamente coherente con su contenido cuestionador, subversivo y deconstructor (aún hoy).
Henrik Ibsen decía que la belleza era el acuerdo perfecto entre contenido y forma. Y para usar una analogía musical, habría que decir que la belleza de ¡Qué verde era mi valle! es a la 6a Sinfonía de Beethoven, lo que la de El Ciudadano Kane a La consagración de la primavera de Stravinsky. No se podía pedir a la Academia de Hollywood que apostara por una obra revolucionaria como lo fue la opera prima de Orson Welles.
Eso, sin entrar en análisis sociopolíticos o ideológicos que darían mucha tela para cortar.
Para finalizar con Welles y Kane, una trivia: Hay un error en El ciudadano que cualquier espectador perspicaz puede advertir. En las primeras secuencias, la enfermera sale de la habitación y cierra la puerta. Inmediatamente Kane dice: "Rosebud", deja caer la bola de cristal y muere. Es decir, no había nadie en la habitación en el momento en que Kane dice: "Rosebud". Cuando entran, ya Kane ha muerto. De modo que no se explica cómo se escuchó o se enteraron de la palabra. Leí hace tiempo en la prensa que, muchos años después, cuando Orson Welles se dio cuanta de este gazapo, le entró un pánico intenso y pensó en eliminar o cortar la escena y filmarla de nuevo. Un allegado o crítico le dijo:
- "Míster Welles: ya todo el mundo conoce y admira esta película tal como está y nadie ha dicho nada. ¿Para qué va a revolver el asunto?".
En el lenguaje criollo sería algo así como:
"¡Mejor es que deje las cosas de ese tamaño!"
Henrik Ibsen decía que la belleza era el acuerdo perfecto entre contenido y forma. Y para usar una analogía musical, habría que decir que la belleza de ¡Qué verde era mi valle! es a la 6a Sinfonía de Beethoven, lo que la de El Ciudadano Kane a La consagración de la primavera de Stravinsky. No se podía pedir a la Academia de Hollywood que apostara por una obra revolucionaria como lo fue la opera prima de Orson Welles.
Eso, sin entrar en análisis sociopolíticos o ideológicos que darían mucha tela para cortar.
Para finalizar con Welles y Kane, una trivia: Hay un error en El ciudadano que cualquier espectador perspicaz puede advertir. En las primeras secuencias, la enfermera sale de la habitación y cierra la puerta. Inmediatamente Kane dice: "Rosebud", deja caer la bola de cristal y muere. Es decir, no había nadie en la habitación en el momento en que Kane dice: "Rosebud". Cuando entran, ya Kane ha muerto. De modo que no se explica cómo se escuchó o se enteraron de la palabra. Leí hace tiempo en la prensa que, muchos años después, cuando Orson Welles se dio cuanta de este gazapo, le entró un pánico intenso y pensó en eliminar o cortar la escena y filmarla de nuevo. Un allegado o crítico le dijo:
- "Míster Welles: ya todo el mundo conoce y admira esta película tal como está y nadie ha dicho nada. ¿Para qué va a revolver el asunto?".
En el lenguaje criollo sería algo así como:
"¡Mejor es que deje las cosas de ese tamaño!"