Project Adam no es una mala película, aunque entendería que muchos no estén de acuerdo conmigo. Con frecuencia se dice que la mejor forma de definir algo es decir lo que es, y si en este caso no empiezo de esa manera es porque, simplemente, es más sencillo y seguramente más próximo a un punto común decir que no es mala. Tampoco es buena. Es, como dice el título, cine chatarra. Ese que seguramente no aspira a más que ser un rato de desconexión y entretenimiento. Una sana distracción que nos aleje del a veces difícil y desgastante ejercicio de pensar.

Se trata de una historia que, seamos francos, ya conocemos bien. Y sí, está bien interpretada, con efectos más que correctos y con la toda la acción como para no bajar el ritmo en ningún momento. Por otro lado, le sobra el chiste fácil y constante. Siempre he pensado lo molesto que pueden ser aquellos que se empeñan en ser graciosos. Como obligándose a ello. Sin duda debe ser desgastante. En este caso tenemos esa faceta de la personalidad hecha película. Esto no es algo raro sino un síntoma demasiado común en estos días, como ya sabemos.

Project Adam no es una buena película. Su mayor virtud es entretener, que no es poca cosa, y lo digo honestamente, pero confía tanto en su estrategia, en sus formas, que no se puede decir que siempre lo logre. Se arriesga con personajes, y con actores, que pueden resultar cansinos y pesados. También con escenas un poco forzadas. Quizás se confía demasiado en los nombres de su reparto, pero la sensación es que algunos van en piloto automático. Vista con la disposición correcta y con buen humor, puede que cumpla. Sin embargo, no es, ni de cerca, una buena muestra del casi siempre malogrado cine de ciencia ficción. Sí, sé que vuelvo a decir lo que no es, pero bueno. Avisados quedan.