Romanticismo a paso lento, con mucha delicadeza, sin entrar hasta el fondo, con final de lágrimas —las lágrimas ya se sabe: pueden ser de tristeza, de alegría, de emoción, etc—.

Este filme es toda una prueba histórica de lo que era el modelo general de parejas enamoradas en el mundo occidental a mediado del siglo XX (aunque hoy en día a los adolescentes les parezca increible): hombre y mujer pasados con creces de los cuarenta años. Esa era la referencia por todas partes, el atractivo, la regla a mostrar y repetir. Entonces, aún no era muy bien visto presentar historias de amor entre una muchachita de 13 y un jovencito de 15, lo que vendía y estaba dentro de los cánones aceptables por el público eran los amores maduros; es decir todo lo contrario de hoy en día, donde con ojos de lo que prima en la sociedad actual, ver en esta cinta a Cary Grant y Deborah Kerr ya bien hechos en años, produce la impresión de que tal locura de enamoramiento no fuera real ni posible.

En fin, una historia demasiado pausada y de poco ritmo, que en aquellos años cincuenta tuvo mucho éxito, pero que haberse producido hoy en día, habrían acusado al director Leo McCarey de patético, de coñazo e incluso de parecerse a José Luis Garci, aunque con menos técnica de enfoque, de construcción de planos y de fotografía que las que tiene el gran director español. ¿O no?

Fej Delvahe