Sin ser un amante del género de terror, considero a Carrie como un caso aparte además de una estupenda película, pero lo es, no tanto por el terror psicológico y paranormal que pretende transmitir, sino por ser el vivo retrato de un ser marginado e incomprendido, pero frágil y vulnerable a su vez.

A mí la tal Carrie, lejos de darme miedo me inspira una tremenda compasión. Las escenas de terror no son tantas y lo que verdaderamente nos queda de esta historia es la psicología de un personaje traumatizado desde su infancia. La relación de Carrie con su madre va más allá de la obsesión.

Debido a la fama de le goza la película, empecé a visionarla con ciertas reticencias, reticencias que fueron diluyéndose a medida que fui conociendo a la protagonista y el porqué de su comportamiento.

Su estética es marcadamente setentera y esto echa un poco para atrás en algunos momentos -sobre todo en los bailes del instituto-, sin embargo, Carrie transmite, en el fondo, mucha poesía y yo la veo como un canto a la adolescencia y sus tribulaciones.