Es una de las mejores cosas que se puede decir de una película, que no has dejado de mirar la pantalla casi en ningún momento, que has estado mucho tiempo inclinado hacia delante en la butaca.
En esta película ocurre sobre todo por el excelente ritmo que mantiene si bien, pasando el tiempo, afloja un tanto y marea un poco con muchas vueltas por los mismos territorios. Dejar muchas cosas abiertas en el final me parece un acierto que compensa una resolución un pelín decepcionante.
En la interpretación destaco a Eduard Fernández, siempre tan creíble, y el esforzado trabajo de Penélope Cruz en los momentos angustiosos, aunque empieza un poco floja. Carla Campra da sobradamente la talla pese a su edad.