Una de las más interesantes óperas primas del año. No es una obra maestra, y seguramente sea exagerado compararla con las grandes películas de la Historia del Cine sobre crítica al mundo de la prensa moderna. En realidad, si algo malo tiene “Nightcrawler” es la manera desnuda y directa en que expone su “moraleja”. El mensaje que encierra este film queda expuesto y desarrollado en apenas media hora. No hay matices ni subtramas, y quizá la historia daba para algo más.

No obstante, esa crudeza es también su gran virtud. La crítica a la exaltación del morbo es tan ácida que uno tiene la sensación de haber visto una obra de violencia extrema. Y no precisamente por lo que se narra, ni por lo explícito de las escenas. Hay una especie de crueldad y de falta de sentimientos que lo invade todo, que lo inunda todo. “Nightcrawler” es un verdadero aldabonazo, una sacudida en el ánimo del espectador. Aunque la trama resulte simple y quede expuesta en muy pocas escenas, nunca hay sensación de redundancia, y la película no se hace larga. Al contrario, Gilroy se las ingenia para que la intensidad no decaiga. Hay pasajes de puro thriller que mantienen al espectador con el alma en vilo, ya sea por la calma tensa de algunos momentos, ya sea por el vigor y buen pulso de las escenas de acción. Puede ser discutible que Gilroy centre toda la trama en un solo personaje, dejando de lado otros que podrían dar bastante juego (en concreto, los interpretados por Rene Russo y Riz Ahmed), pero la interpretación de Jake Gyllenhaal es tan buena que muchos espectadores ni siquiera verán en esto un inconveniente. Quizá resulte una composición con menos matices que otros personajes de este actor, pero realmente uno llega a sobrecogerse ante el retrato que aquí se ofrece de una personalidad tan perturbada y enfermiza como la de Lou Bloom. Curiosamente, la personalidad de un triunfador.