Una superproducción española que llega tarde. Ya la hemos visto hace veinte años, el tratamiento de la historia, las imágenes, esa banda sonora al servicio de la narrativa visual.... Los personajes estereotipados, la ausencia de profundidad en el guión, que acaricia a los protagonistas evitando mostrarlos. TODO, llegó desde Hollywood, hace varias décadas. Ya lo conocemos, nos impactó en otro momento, ahora no.

Me ha sorprendido el tratamiento de la historia, pues la chicas de los años cincuenta no besaban a los hombres cuando se presentaban, en aquella época se tendía la mano y las actitudes de las muchachas decentes se acercaba mucho a la mojigatería, sin reivindicar jamás actitudes similares a las mantenidas por el género masculino en cuanto a formas y maneras.

Desde 1954, hasta 2015, el año de su producción han pasado 61 años, y los comportamientos han variado sustancialmente, sin que hayan sido recogidos en el trabajo del director Fernando G. Molina. Estética cuidada, pero interacción abandonada a su propia suerte; habiendo ta vez considerando que el buen hacer de su puesta en escena podría cubrir sus otros fallos.