Esta historia narra la vida en un colegio de Irlanda en los años 40. Es un colegio religioso como tantos hay en el mundo, pero que cuenta con unos feligreses un poco especiales.
Algunos de ellos deciden maltratar y violar a jóvenes que se encuentran internos ahí por problemas que han tenido con la justicia. Esos niños cumplen una condena moral, e intentan formarse en diversas materias para tener un futuro próspero.
Algunos profesores se esfuerzan en darles una segunda oportunidad, pero algunos curas solo ven pecado, y los someten a unas normas estrictas e inhumanas que son capaz de sobrepasar cualquier límite de cordura y piedad.
La película cuenta con algunas escenas realmente brutales. Uno no puede hacer otra cosa que cabrearse mientras ve esas escenas en las que los niños sufren, gritan y lloran pidiendo auxilio. Un auxilio que no siempre es oído, o solo es escuchado cuando las heridas son demasiado profundas, o la vergüenza de las violaciones no se pueden ocultar.
En fin, nos encontramos ante un film duro que narra una historia real que por desgracia se ha repetido en muchas épocas y diversos países. La iglesia siempre ha mirado hacia otro lado antes estos abusos que hacían sus feligreses con unos niños que perdieron su inocencia en un aseo, o mientras los azotaban hasta caer desmayados del dolor sobre el suelo húmedo y frío.