Comedia sobre el poder de las relaciones humanas y la capacidad innata del progreso en base a la cooperatividad. Es una película correcta, y suda ese típico perfume francés refinado que la hace muy local. A mi gusto demasiado local.

Lo que sucede es que de tanta simpatía el sabor de la peli me sabe desabrido, no es que esté mal, a ver si encima le achacamos al director tener pensamientos positivos y expresarlos. Pero de tanto hacer la plancha terminaba distrayéndome, buscando ese choque, ese conflicto a flor de piel que nunca llegó sencillamente porque la peli no buscaba eso y porque como espectador de pronto me descubrí demasiado anclado a la tensión extrema, al dramón familiar, a la ampulosidad o a la rimbombancia. En fin, me descubrí atado a ciertas fórmulas que lejos tal vez de abrirme la mente terminan por encasillarla de maneras peligrosas.

No obstante, la peli peca de distraída, es tan lineal lo que pretende, como lo desarrolla y de que forma lo resuelve que por momentos pareciera fluir naturalmente sin ningun tipo de elaboración que traspase lo cotidiano y esperable. Maneja tonos parecidos a los de Amelie, sólo que sin ese espíritu fabulesco y juguetón que caracterizaba a aquella.