Una de las cualidades de este director sueco, muy a pesar de ciertas críticas de profesionales que lo lapidaron justo después de alabar toda peli pochoclera habida y por haber, es su mirada cabal, su "compromiso" si es que vale el término para con sus creaciones. No observo en él ni maniqueísmo ni manipulación burda, y en esto soy un completo defensor de su oficio.

Mamut, conceptualmente, es idéntica a Babel: su mensaje es el mismo, tanto su tremendismo como su aura esperanzada, aura que aún así no huele a rosas, hay sangre y sacrificio detrás. Estructuralmente, sí, es totalmente distinta. Apunta otras maneras, la considero más organizada que aquella y justamente en este orden, el de hacer prevalecer o bien la situación o bien el símbolo de acuerdo a lo que exiga cada secuencia, Mamut se hace grande como un elefante, tan solo dejando algunos "debe" en un ritmo que no siempre es el adecuado o en una música de fondo más ajustable a un thriller de sorpresas más que para un drama.

Los hijos son nuestra descendencia, nuestro futuro. El cosmos es tanto nuestro futuro como nuestro pasado más esencial y primitivo. El orden femenino apunta al devenir de la especie mientras que el masculino busca incansablemente el origen. Parecen caminos distintos pero Moodysson sabe muy bien que se unen, por eso elige senderos distintos para cada uno de los personajes que, aún así, terminan por interceptarse dentro de un todo que todo lo abarca. Por eso mismo la peli se estructura, en apariencia, desde situaciones de alejamiento y reemplazos afectivos, pero luego el orden vuelve a establecerse post múltiples transformaciones personales para dar lugar a un sentido final que trasciende lo humano. Y es que Mamut es, esencialmente, una película profundamente metafísica.

Hay que exigirle más a Lukas, mucho más. Porque definitivamente da la talla.