La directora Valeska Grisebach muestra en "Western" la difícil convivencia e integración entre un grupo de trabajadores alemanes, destinados a un remoto pueblo búlgaro fronterizo con Grecia con el objetivo de construir una central hidroeléctrica, y los vecinos del lugar en el que se va a realizar esa central. En esta situación, marcada por la desconfianza, la incomprensión y la incomunicación, surgirá el personaje de Meinhard, que parecerá encontrar allí su lugar en el mundo y, por ello, será una especie de intermediario entre ambas partes y, a su vez, será visto con desconfianza por los de un lado y los del otro. Su esfuerzo por tratar de integrarse, y las trabas con las que se encuentra, es quizás lo más destacado de la película. Y es que lograr una integración plena en un lugar que no es el tuyo (a veces ya lo es en la localidad en la que uno ha nacido), es, en ocasiones, una tarea que requiere de una buena dosis de buena voluntad y de paciencia.

Otra virtud de la película es esa atmósfera de amenaza, de que la chispa puede estallar en cualquier momento entre ambas partes, chispa que casi nunca acaba de prender por completo hasta provocar una situación abiertamente conflictiva. Y es, quizás, también esa misma virtud la que deriva en defecto, junto con la excesiva lentitud con la que se desarrollan los acontecimientos, y hacen que "Western" no pase de ser, a mi juicio, un filme interesante.