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España España · Palma de Mallorca
Voto de Feldon:
10
Western. Drama William Munny (Clint Eastwood) es un pistolero retirado, viudo y padre de familia, que tiene dificultades económicas para sacar adelante a su hijos. Su única salida es hacer un último trabajo. En compañía de un viejo colega (Morgan Freeman) y de un joven inexperto (Jaimz Woolvett), Munny tendrá que matar a dos hombres que cortaron la cara a una prostituta. (FILMAFFINITY)
22 de junio de 2015
13 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
No se si os pasa a vosotros, pero en mi caso al menos me cuesta mucho más criticar las películas que considero excelentes -pocas en realidad- de las que son meros entretenimientos. Y en este caso, casi que es de una dificultad cuasi insuperable: se trata de la película que dignificó al género por excelencia de esto que tanto amamos que se llama cine. Sin perdón (1992), del señor Clinton Eastwood Jr director, actor, productor, CINEASTA.
Una maravilla de western cuando casi nadie esperábamos nada del género, sin rodeos lo diré: a la altura de los mitos de John Ford, H.Hawks, F.Zinnemann, A.Mann o S.Peckinpah.
El duro Oeste norteamericano, que no otorga redención completa ni al mayor de los arrepentidos, ni tampoco el perdón a los culpables. Sombríos parajes acompañan a los desdichados protagonistas, cada uno con su propia carga, su miseria y moralidad discutible. Todos estos sentimientos se concentran en la figura del ex asesino a sueldo William Munny, un Eastwood que parece recoger las cenizas de todos sus vaqueros precedentes para moldear a un granjero que malvive entre su piara expiando un oscuro pasado alejado de todo y de todos. Se hizo acompañar por un trío infalible de actorazos como son Freeman, Hackman y Harris, pero es que hasta los perros que cruzan el desdichado pueblo de Big Whiskey están perfectos.
Hay un halo de optimismo hacia la mitad de la historia que nos confunde en las intenciones de la misma, de la que nos despierta abruptamente la ruda y tozuda aspereza ley del salvaje oeste. No hay desvíos ni atajos, la redención llegará si llega en el lecho de muerte de cada uno de los hombres que caminan por el lado peligroso. Con la enorme escena de desenlace observamos el advenimiento del diablo que nuestro protagonista lleva dentro y que se desboca tras años contenido. Las frases que escupe nos dejan sin aliento a todos los que estamos en el saloon, rezando porque no se nos escape un estornudo o un bufido involuntario.
Una gozada, un 10 como una casa en Filmaffinity -yo he dado unos 20 dieces en 3800 películas- y un deleite para el que no la conozca y se atreva a cabalgar por los caminos de Wyoming.
Feldon
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