Retrato sentimental de una familia italiana. Son dos partes, en la primera solo se plantea la trama, mientras que la segunda es un estallido de emociones y la magia de la historia se nos muestra en todo su desarrollo. Es decir, que merece ver las dos partes por ver la segunda. Si ves la primera y dices "pues qué rollo", y te pierdes la segunda, es un grave error.

Luigi lo Cascio (Nicola) es un encanto que te lo llevarías a casa. Alessio Boni (Matteo) es un bellezón carismático que enamora completamente, con ese tormento y ese misterio que caracterizan al personaje. Los demás son un poco comparsa, exceptuando al niño de la isla, que es magnético también.

En el capítulo de caracterización de actores, habría que cortar mucha tela: las pelucas se notan a cien leguas y los actores no envejecen a pesar del paso del tiempo. O mejor dicho, unos sí y otros no.

Por lo demás, ya digo, es una película mágica que hay que ver. Sobre todo porque cuenta de un modo diferente una historia que podría sonar a repetida. Sin embargo, todo lo que se nos cuenta cobra vida, de una manera inédita. Os remito a la escena de la lectura de la carta en el jardín del psiquiátrico infantil. Es un ejercicio de estilo narrativo de lo mejor que he visto.