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Voto de Strhoeimniano:
10
Western. Drama William Munny (Clint Eastwood) es un pistolero retirado, viudo y padre de familia, que tiene dificultades económicas para sacar adelante a su hijos. Su única salida es hacer un último trabajo. En compañía de un viejo colega (Morgan Freeman) y de un joven inexperto (Jaimz Woolvett), Munny tendrá que matar a dos hombres que cortaron la cara a una prostituta. (FILMAFFINITY)
26 de mayo de 2005
16 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
David Webb Peoples firma un guión espléndido para que Eastwood filme la que quizá sea su mejor película. John Ford decía en “El hombre que mató a Liberty Balance” que en el Oeste, entre la realidad y la leyenda, escogían siempre la leyenda. “Sin perdón” escoge la realidad. Una realidad compacta, dura, sucia y atávica, rodada desde una inspiración que hacen de esta película una obra maestra absoluta.
La violencia es el motor de la historia, el desencadenante de toda la trama. El marcaje de unas prostitutas llevará a éstas a ofrecer una recompensa a quienes maten a estos vaqueros. Este pretexto argumental nos traerá una galería de personajes inolvidables. De una parte: W. Munny (Eastwood), pistolero de un pasado sanguinolento que ahora, ya “rehabilitado” hace de porquerizo en una granja abandonada; Kid Scoffield, un “pistolero” joven en los primeros pasos del camino hacia una leyenda que a esas alturas sólo existe en las noveluchas; y Ned Logan (Freeman), compañero de las correrías pasadas de Munny. Del otro lado: la ley. “Little Bill” (Hackman), un sheriff que aplica la justicia (o su justicia) con una violencia desproporcionada.
“Sin perdón” siendo una película violenta es tremendamente lírica. La mirada revisionista que propone, desmonta el mito para crear uno nuevo. Las balas, siempre certeras en el género del western, toman aquí una naturaleza más real, donde la violencia siempre acarrea consecuencias y matar es una cuestión de suerte en el reparto. Esto hace que sea una película profundamente moral y que una historia en apariencia simple, nos ofrezca, como todas las grandes obras, más carne de la que aparenta.
Rodada desde un clasicismo magistral, no sólo se detecta todo lo que Eastwood aprendió de Don Siegel y Sergio Leone, a quienes dedica esta película, sino que podemos rastrear a Ford, a Hawks, a Mann en cada una de sus secuencias. “Sin Perdón” es de esas películas que cuando terminas de verlas sabes que has asistido al nacimiento de un clásico, de una obra maestra.
Strhoeimniano
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