Para su debut en el largomentraje David Slade nos sacude un puñetazo ralentizado en hora y media. Porque lo que aquí se cuenta y se ve no es sino una venganza y la tortura a la que se ve sometido un hombre sospechoso de haber asesinado a una jóven. Y así la mirada y los gestos diabólicos de Ellen Page (ya se puede ir buscando una comedia porque después de esto nos va a costar mirarla con otros ojos) se recrean en la violencia que, y esto es incluso más desagradable, en casi todo momento está fuera de plano. Personalmente creo que ciertas decisiones del tramo final desvirtúan un poco la historia o cambian el tono absolutamente poderoso del mensaje que intuímos, pero "Hard Candy" se mantiene a un nivel alto insoportable (y no en el peor sentido de la palabra precisamente). Demuestra una vez más que el terror más fuerte no tiene porqué venir de la viscera en primer plano si no que de la locura de la cotidianeidad surgen los verdaderos monstruos, esos que a veces están fuera de campo.