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Voto de Andrés Vélez Cuervo:
5
Comedia. Western El lejano Oeste. En un pueblecito los forajidos campan a sus anchas. El sheriff es un borrachín que no hace nada y el negocio más próspero es el de pompas fúnebres. En tal panorama, el potentado del lugar exige el pago de una deuda al dueño del saloon, al que expulsa mientras chulea con su hijo. Por suerte no anda lejos Billy Blazes, un soldado de fortuna, que pondrá las cosas en su sitio. (FILMAFFINITY)
10 de septiembre de 2015
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Muy atentos a los movimientos y los gustos de su tiempo, Hal Roach y Harold Lloyd se embarcan en este cortometraje en una parodia al grande de los grandes del Western silente, William S. Hart, ese monstruo magnífico que, palabras más, palabras menos, encumbró en cosa de un par de películas como Hell’s Hinges (Charles Swickard, William S. Hart y Clifford Smith, 1916) aquel prototipo del héroe estoico tan propio del más bello de los géneros cinematográficos. Así pues, la historia aquí es la de un vaquero más bien ridículo, Billy Blazes (Harold Lloyd), quien llega a Paceful Vale, un pueblecito bajo el dominio del matón y apostador Crooked Charley (Noah Young), para cambiar las cosas, ya que el sheriff “Gun Shy” Gallagher (“Snub” Polard) no sirve para nada, y de paso salvar a la damisela en apuros, Nell (Bebe Daniels).
Por fortuna para nosotros los espectadores, ver Western es siempre una gozada, porque francamente esta es una de esas obras en las que Loyd no impresiona demasiado. Solía pasar esto cuando lo dirigía Roach, quien claramente vivió a la sombra del talento del comediante, porque como director y guionista dejaba todo que desear. Cuán diferente es ver a Lloyd, en todo su esplendor, bajo el mando de Fred C. Newmeyer y Sam Taylor en piezas tan entrañables como Safety Last! (1923) o The Freshman (1925).
Esta comedia es divertida, entonces, en la medida de su elemento paródico y, como es costumbre con Lloyd, de la grandilocuencia acrobática de acción de algunos gags, pero francamente es una obra pobre en comicidad que no representa realmente aquello por lo que tamaño exponente de la comedia muda pasó a la historia.
Andrés Vélez Cuervo
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