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Voto de Andrés Vélez Cuervo:
6
Terror. Ciencia ficción. Fantástico. Aventuras En una isla remota, el doctor Moreau (Charles Laughton), un científico un tanto desequilibrado, lleva a cabo extraños experimentos con animales. Su objetivo es transformarlos en seres humanos. Adaptación libre de la novela "La isla del doctor Moreau", escrita por H.G. Wells. (FILMAFFINITY)
19 de enero de 2016
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si usted es, como yo, uno de esos que gusta de ver bichos raros, degradantes y grotescos, seguramente encontrará en Island of Lost Souls una película, por lo menos, entretenida. Este largometraje de Erle C. Kenton, director conocido especialmente por las películas de terror de los años cuarenta que realizó para la Universal, es la primera adaptación cinematográfica de la novela de H. G. Wells The Island of Dr. Mureau (1896). Se cuenta que a Wells la adaptación no le gustó ni poquito porque, según él, y con toda razón, en ella se cede demasiado al efectismo del terror, dejando olvidada la profundidad psicológica que, a fin de cuentas, se supone era lo que interesaba al escritor británico. A mí tampoco me gustó mucho esta película, pero no por su calidad como adaptación, a fin de cuentas jamás he leído la novela de Wells, sino porque, en general, su calidad cinematográfica no es precisamente memorable. Hay, no obstante, que conceder que en ella hay una que otra cosa de interés. Interesa, por ejemplo la atractiva interpretación de tintes amanerados que Charles Laughton hace del Dr. Mureau (contaba el actor que se inspiró en su dentista; cosa que supongo le dará bastante miedo si se imagina usted, como yo lo hice, indefenso, con la boca abierta en una silla de odontología).
Laughton hace en esta película un trabajo verdaderamente bello (cosa que no logra ningún otro miembro del reparto, incluyendo incluso a Bela Lugosi). Interpreta a un científico loco y genial que se ha exiliado en una pequeña isla perdida de la mano de Dios, en la que investiga con experimentos genéticos con el objetivo de acelerar el proceso de evolución de las especies, pasándose por el forro, por supuesto, toda ética y conducta regular, para dar vida a feísimas criaturas humanoides a partir de animales. No juzgue usted muy severamente al Dr. Mureau por ser un total cabrón con sus criaturas, que si uno mismo creara tan repugnantes bichos, seguro les daría la espalda y saldría corriendo como lo hizo el papá de los científicos de dudosa bio-ética, el querido Dr. Frankenstein (y no, esto no aplica a dar a luz a un ser humano feo; la procreación no es un acto creativo, así que no es lo mismo. Si su hijo sale horrible, de ser posible, no lo abandone).
También se pueden apreciar, aquí y allá, algunos momentos de belleza audiovisual, como aquel en que Leta (Katheleen Burke, una actriz espantosa), la Mujer Pantera, habla junto a una charca con Edward Parker (Richard Arlen, otro actor espantoso), el pobre diablo que llega por accidente a la isla y decide arruinarlo todo creyéndose un jodido héroe de cuento de hadas, cuando en realidad es más bien un patán con la libido subida por estar tanto tiempo en altamar, y los vemos en el reflejo distorsionado del agua que ha revuelto ella al lanzar un libro de ciencia por considerarlo peligrosa herramienta que lo ayudará a escapar de la isla y abandonarla sin su merecido revolcón.
Sí, efectivamente Mureau crea en su isla a una mujer enrazada con una pantera, y lo hace como un paso en el camino hacia la consecución de una criatura que pueda sentir deseo sexual, despertarlo y llegar a aparearse y engendrar descendencia. Leta consigue sentir el deseo y despertarlo en Edward (no llega más lejos: aunque esta sea una película previa al Código Hays, tampoco espere usted que sea tan atrevida como para mostrar algo más que un besito entre un hombre y un engendro de mujer y felino), pero no sé si en el espectador, como debería haber sido; a mí, desde luego, su pinta de furcia de pueblito de tierra caliente me da más repelús que otra cosa.
Por otro lado, aunque en Island of Lost Souls se presenta el asunto del hombre jugando a ser dios a través de la ciencia, tema siempre divertido que en la caracterización de Laughton resulta para un espectador como quien escribe algo natural y muy comprensible (no pasó así cuando en 1996 Marlon Brando, en uno de esos papeles tardíos que hacía sin ninguna gana, interpretó al Dr. Mureau en la pésima The Island of Dr. Moreau de John Frankenheimer), este se aborda de manera marginal y sin mayor profundidad, simplemente presentando a Mureau como un déspota mesiánico que dicta mandamientos de control, por otro lado muy sensatos, a sus pequeños monstruos (no comer carne, no andar en cuatro patas y no derramar sangre), así que la pregunta que el Dr. hace en algún momento a Parker, “Do you know what it means to feel like God?”, aunque muy interesante, se pierde en una jungla de efectismo y una montaña de maquillaje con mucho pelo que quizá impresionó y asustó en su momento, pero que hoy no deja de parecer ridículo.
Los censores británicos la consideraron incorrecta, ya que en el primer corte se dice había una escena de una vivisección que atentaba contra la prohibición de mostrar maltrato animal en películas; más adelante le volvieron a dar palo porque la consideraron contranatural. La mujer de Laughton, Elsa Lanchester, diría al respecto que también lo era Mickey Mouse, pero aun así solo pudo ser presentada allí en el 58, veintiséis años después de su estreno en Estados Unidos. Como sea, creo que no se perdieron de mucho los británicos durante esos años, pero, como ya lo decía, quizá sea usted un rarito como yo y le saque gusto.
Andrés Vélez Cuervo
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