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Voto de Pedroanclamar:
8
Cine negro. Intriga Michael O'Hara (Orson Welles), un marinero irlandés, entra a trabajar en un yate a las órdenes de un inválido casado con una mujer fatal (Rita Hayworth) y queda atrapado en una maraña de intrigas y asesinatos. (FILMAFFINITY)
19 de septiembre de 2022
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Lady From Shangai, de Orson Welles (1947) es una fiel representante del cine negro, en el año medio de su apogeo.
El director estadounidense nos presenta un argumento más o menos arquetípico de este tipo de cine: una trama delictual o criminal que la entretejen gángsters, sujetos de poder en grandes corporaciones, etc. En este tipo de cine, también, las fronteras entre "buenos" y "malos" no es tan definida, habiendo personajes que por momentos se presentan buenos y de pronto cruzan la frontera al mal, y viceversa.

Orson Welles, dirige, produce y protagoniza este filme, y hay que reconocer que lo ha hecho muy bien. La fotografía, tan importante para la estética del cine noir, estuvo a cargo de Charles Lawton Jr., que dibujó unos contrastes de luz y sombra maravillosos a lo largo de la película. La música, a cargo de Heinz Roemheld, si bien nada rutilante, proporcionó un ambiente sonoro denso en los momentos en que se necesitaba esa densidad. Pienso, por ejemplo, en Acapulco, poco antes de la metáfora de los tiburones, mientras de fondo en alguna fiesta nativa, se escuchaban unas cuerdas intrigantes que abrían el ambiente psicológico para una escena en sí misma densa y seria. Las ambientaciones musicales de ritmos y melodías nativas, según las zonas geográficas que recorrían en su periplo marítimo, es un acierto enorme, que le da dinamismo al paisaje sonoro, a veces dentro de la diégesis y otras fuera de ella.

Las actuaciones más que cumplen, no llegan a la excelencia pero están muy bien interpretadas. Michael es un tipo bien intencionado, crédulo, cándido e ingenuo, de mirada transparente y algo dulce y melancólica. Es nuestro héroe de la película que, si bien con atributos de buen tipo, no está exento de delitos y, por lo tanto, situado dentro del mundo del crimen. Elsa es una diosa, una belleza inconmensurable, desmedida, con unas facciones preciosas, armoniosas y equilibradas, una belleza sin igual. De mirada melancólica y algo sufriente, no abandona sus tácticas manipuladoras con el pobre Michael. Arthur es un tipo ramplón, de personalidad muy concreta y práctica, un abogado cuerdo y frío que comprende los valores de la vida según la medida del dinero. A mí parecer, y esto suele ocurrir con los personajes que representan a personas que están en los márgenes de la sociedad: locos, vagabundos, excéntricos, etc., el personaje más digno a destacar es el de George Grisby, interpretado por Glenn Anders. Maníaco, excéntrico, rarísimo, irónico, burlesco, etc., Qué personaje encantador y desagradable, la síntesis perfecta de las fuerzas en contradicción. Las miradas que acompañan sus sonrisas enloquecidas son admirables de ver.

Me parece interesante cómo Welles de pronto va citando, ya sea por sus propios personajes o por los espacios geográficos representados, distintas latitudes del mundo: Murcia, España; Macao, China; Acapulco, México; Mar Caribe, de las Antillas, etc. y cómo George y Michael platican sobre las ciudades y la naturaleza ambigua de éstas y del mundo: la belleza que se muestra y el crimen y el hambre que se ocultan. Se habla sobre el fin del mundo en el contexto de recién acabada la Segunda Guerra Mundial. Ya no hay ingenuidad, ni candidez, ni inocencia en una humanidad que ha visto dos guerras mundiales atroces. El cine negro nos enrostra su recurso de la ironía para advertirnos de una pérdida, la pérdida de la confianza y la inocencia. En el acuario los niños no ríen de dulzura ante los besos de la pareja, ríen pícaramente. No hay peces, sólo tiburones que entre sí se devoran. No hay belleza en las ciudades sin crimen ni hambre ocultos. Se ha perdido el control del mundo, los que tienen el poder de las leyes, abogados, traman una oscura madeja. En qué leyes confiamos si los que las defienden, detentan poder y dinero y persiguen intereses personales. Las salas de juegos ya no son para niños que juegan inocentemente, son para desarrollar luchas de poder entre adultos nada inocentes. Los espejos ya no nos sirven para reflejarnos fielmente y poder distinguirnos con total diafanidad. Los espejos multiplican nuestras contradicciones en un mundo complejo y contradictorio

El plano de la ciudad de San Francisco en la ventana del juez, reflejándose en ella la partida de ajedrez que éste juega consigo mismo, es sencillamente notable. La ironía del cine negro en su máxima expresión con una comparación visual exquisita.

En suma, si bien al final de la película se complejiza la trama a partir de los crímenes y de las reales intenciones de los personajes vinculados a ellos y se explicita y evoca la metáfora de los tiburones por medio de uno de los personajes, cuando el espectador sin mayores problemas podría haber hecho ese ejercicio, la película está muy bien lograda: un recurso admirable de la ironía, el argumento nos habla de una cosa cuando el tema que aborda es otro, que lo excede.
Pedroanclamar
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