Pues estoy con Bucco de nuevo, cosa rara hablando de cine actual, y esta vez sí que no las tenía todas conmigo. Después de los desproporcionadísimos varapalos que había leído al respecto y de la cantidad ingente de vitriolo que Eloy vertió en estas páginas sobre ella, esperaba la mayor debacle de la filmografía de Allen, y no, no ha sido así y coincido de nuevo con el emperador de los chihuahuas al considerarla la mejor película de Allen desde Match Point y, aunque esto no sea decir gran cosa, no es poco.
Me enfrenté a ella con la katana en la espalda y la ballesta preparada y no tuve que desenvainar una ni disparar la otra. Me gustó el guión, que maneja con soltura y engañosa ligereza los tics habituales del judío. Me encantó Rebecca Hall, lo mejor de la función como bien se ha dicho, pero es que también me gustaron, y aquí llega lo relativamente preocupante, Scarlata y Cruz, que a mi modo de ver están ideales en los papeles que representan, función en la que también se luce, especialmente, Bardem. Los tres personajes están estereotipados, es cierto, y pueden llegar a ser incómodos vistos desde una óptica local, pero a mi juicio el casting y la distribución de roles es ideal. Lo más bochornoso son algunas estampas pretendidamente costumbristas que Allen nos quiere calzar pero yo no se lo tomé en cuenta. Y me hizo ilusión ver tantos lugares familiares de mi vida en una película de Allen, a pesar de que en ocasiones la película está a punto de despeñarse al vacío del publireportaje turístico.
La gente que le coloca tan contundentemente el farolillo rojo de la obra de Allen debería de volver a ver Scoop y meditar sus palabras. O quizás sea yo quien deba volver a verla pero, la verdad, no pienso hacerlo.
En fin, que la disfruté.