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España España · MADRID
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Voto de Laura:
8
Fantástico. Drama. Romance. Thriller En un inquietante laboratorio de alta seguridad, durante la Guerra Fría, se produce una conexión insólita entre dos mundos aparentemente alejados. La vida de la solitaria Elisa (Sally Hawkins), que trabaja como limpiadora en el laboratorio, cambia por completo cuando descubre un experimento clasificado como secreto: un hombre anfibio (Doug Jones) que se encuentra ahí recluido. (FILMAFFINITY)
23 de febrero de 2018
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con trece nominaciones a los Oscar, La forma del agua (Guillermo del Toro, 2017) parece posicionarse como favorita para el triunfo la noche del cuatro de marzo. Son muchos los aspectos que la convierten en la cinta perfecta para gustar al académico americano. En primer lugar, son obvias las referencias a los cuentos e historias de Disney que del Toro ha armado aquí desde una perspectiva mucho más realista y oscura. Por muy casposo que fuera el señor Disney, sus historias fueron alabadas en EE.UU y la reescritura, del director mexicano, convierten a la mezcla resultante en una apuesta casi segura. Son varias las referencias que se pueden extraer con La bella y la bestia, teniendo aquí una bella que no lo es (o no por lo menos según los cánones tradicionales) y que además sufre el mal de la mudez y la falta de oportunidades que le provocan trabajar de limpiadora en el turno de noche, de unos sofisticados laboratorios. No obstante Eliza (Sally Hawkins), al contrario que Bella, se mostrará como un ser activo que lucha en favor de los que como ella sufren la insensibilidad de los más sádicos e insatisfechos. Es lo que va a ocurrir con la criatura marina que aparece repentinamente en el laboratorio, para originar el amor de Eliza y las iras de norteamericanos que solamente quieren a la criatura para “vencer” a los soviéticos y experimentar con ella, sin importar los daños que le puedan causar. Además hay otras referencias que pueden asociarse al cuento de La Cenicienta.Por ejemplo, la puesta en escena subraya el horario de entrada a trabajar de Eliza, que según los relojes es a las doce en punto de la noche. Claro que mientras La Cenicienta debía volver a casa a esa hora, porque si no el conjuro se acababa, para Eliza la magia empieza justo en ese instante, ya que es en su lugar de trabajo donde va a tener las misiones más arriesgadas y novelescas.
Por mucho que La forma del agua esté ambientada en La guerra fría, este famoso conflicto queda en un segundo plano, ya que el protagonismo lo adquieren sus personajes y los sentimientos que cada uno experimenta. Personajes todos ellos víctimas de la discriminación e invisibilización que la sociedad les ha regalado durante toda la historia y que lamentablemente sigue produciéndose. Así tenemos como protagonista a una mujer, muda que limpia váteres. Su mejor amiga y compañera es Zelda una negra que debe sufrir la discriminación doble, por su color de piel y por parte de su marido, y el vecino y amigo de Eliza que es un homosexual entrado en años. Frente a todos ellos estaría la figura de Strickland (Michael Shannon), el vigilante de seguridad que representa la fuerza bruta y la ausencia de ternura. Fuerza y ternura van a ser dos elementos vertebradores del relato, pero también podemos encontrar una división entre la teoría, que representa Fleming (David Hewlett), el médico-espía ruso, y la práctica que simbolizan las limpiadoras. Mujeres que se olvidan de batas blancas y de observar para ayudar como pueden al que sufre, sin pensar en su DNI. Para ellas la dicotomía entre norteamericanos y soviéticos es un hecho sin relevancia. En un momento de tensión y de oscuridad, Eliza y Zelda no se dejan llevar por la psicosis colectiva y actúan con el corazón.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Laura
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